Aunque haya quien los critica, fundamentalmente por motivos ideológicos que suelen apuntar maniqueamente en una sola dirección, los cambios de guardia forman parte de la tradición de los países en que se celebran. Y si no se amoldan al pensamiento político del que los rechaza, siempre podría hacer el esfuerzo de verlo (o ignorarlos, en su caso) como lo que verdaderamente son hoy en día: un atractivo turístico más.
Porque el cambio de guardia de los Foot Guards (los granaderos) británicos a las puertas del Palacio de Buckingham ya es un clásico de los que visitan Londres (aunque a mí me gusta más el cambio de la Guardia Montada, que se desarrolla en Whitehall), igual que lo es el de los Ezvones de Atenas, el que se hace en el Castillo de Praga, el del Palacio de Gobierno de Lima al paso de la oca o el masivo Relevo Solemne del Palacio Real de Madrid (que es el que se denosta sobre todo porque en España somos así).
Como ven, hay ejemplos de este tipo de espectáculo en todas partes, tanto monarquías como repúblicas. Y para subrayar la cuestión voy a hablarles del cambio de guardia que se hace nada menos que en Rusia, en el Kremlin, rememorando una ceremonia de tiempos de los zares.
Lo ejecuta el Regimiento Presidencial con sus uniformes de gala históricos, ya saben, de inspiración napoleónica: guerrera verde con pechera azul y botones dorados, chacó con pluma y botas de caña alta. Digo inspiración porque ese cuerpo militar no apareció hasta los años treinta del siglo XX, cuando la Escuela de Oficiales de la Unión Soviética fue trasladada a un barrio de Moscú y el hueco se cubrió fundando el Regimiento de Misiones Especiales, adscrito al NKVD, antecedente del KGB.
Durante la Segunda Guerra Mundial tenía la misión de proteger el Kremlin, donde estaba ubicado el Cuartel General del Ejército Rojo, y lo hizo a sangre y fuego, resistiendo los ataques alemanes y sufriendo casi un centenar de bajas. Después, a cambio, envió francotiradores que se cobraron mil doscientas víctimas.
Cuando se terminó el régimen comunista cambió de nombre, pasando a ser el Regimiento del Kremlin, dependiente del Servicio de Protección Federal y, por tanto, del presidente. De ahí que también se lo conozca como Regimiento Presidencial.
Cada sábado a mediodía, sus hombres llegan al ritmo de una marcha militar a la emblemática plaza, a la altura de la atalaya de Kutafia. Tropas de infantería y caballería, acompañadas de cañones y banda de música, serán las encargadas de dar el relevo a los guardias, allí y en otros sitios emblemáticos como el Mausoleo de Lenin o la Tumba del Soldado Desconocido, en la Plaza Roja.
Para entonces ya se apelotonan montones de curiosos, cámara en ristre para grabar o fotografiar el característico paso del regimiento, lento, rítmico, elevando las piernas hasta la cintura. Un espectáculo que en los últimos años atrae cada vez a más turistas.
Foto: Ria Novosti
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.