¿Qué tienen las islas que suelen llamarnos tanto la atención? Parecen ejercer una sugestiva atracción sobre el ser humano de manera que cuando queremos expresar el deseo de escapar unos días de la realidad cotidiana solemos hablar de ir a una isla lejana, por no hablar de quienes identifican el viaje ideal a algún archipiélago perdido en medio del océano; mejor si tiene playa, cocoteros y aguas turquesa, claro.

Ese anhelo romántico quizá tenga mayor explicación si quien lo formula proviene de un país centroeuropeo, donde apenas haya tenido oportunidad de ver el mar, o de una nación del norte cuya climatología invite precisamente a soñar con esos rincones paradisíacos del planeta. Bueno, digo paradisíacos pero no todas las islas perdidas lo son, y si no hagan una visita a sitios como las Kerguelen, las Malvinas, etc.

Pero no nos desviemos. Hablábamos de la gente nórdica como Judith Schalansky, que es alemana, de Greifswald, donde nació en 1980. Diseñadora gráfica, editora y escritora, no necesariamente por ese orden, acaba de publicar un atlas dedicado precisamente a esos pedazos de tierra aislados en mitad de la nada acuática. Se titula Atlas de las islas remotas y lleva por subtítulo una frase genial que, le deseamos, algún día se quede sólo en teoría: Cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré.

Porque es una verdad como la copa de un pino. A mí, como a ella y otra mucha gente, me encantaría visitar esas rarezas insulares alguna vez, pero teniendo en cuenta su inaccesibilidad, que repercute en el precio de los correspondientes billetes -si los hay-, lo más probable es que tenga que conformarme con verlas sobre un mapa. Al fin y al cabo, hasta hace poco algunas habían sido menos pisadas por el Hombre que la Luna.

Tristán da Cunha, Floreana, Pukapuka, Socorro, Rodolfo, Pedro I, Macquarie, Campbell, Norfolk, Tromelin, Santa Kilda, Tikopia, Clipperton, San Pablo, Diego García, Fangataufa, Isla de los Cocos, Decepción, Posesión… La mayoría de estos nombres resultan casi tan desconocidos como el propio lugar.

Hay algunas excepciones, como Pascua (también llamada Rapa Nui y famosa por los moais), Pitcairn (donde se refugiaron los amotinados de la Bounty), Juan Fernández (hoy llamada Robinsón Crusoe porque este personaje recrea la aventura real del náufrago Alexander Selkirk en ella) o Santa Elena (destierro final de Napoleón).

En fin, el atlas proporciona información sobre cada isla, aparte de un mapa en color. Todo ello en 160 páginas editadas en cartoné, tamaño 16 x 24 cm, editado recientemente por Nórdica y Capitán Swing con traducción de Isabel G. Gamero.


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