¿Visitar Auckland? Más de uno se preguntará dónde está eso. Y es que, hasta hace relativamente poco, un viajero podía barajar mil sitios que visitar por exóticos que fuesen, pero seguro que entre ellos no figuraba Nueva Zelanda. Los más avezados sabían que ésta era la tierra de los kiwis y de los equipos de rugby que practican los ritos maoríes antes de los partidos, pero poco más; al fín y al cabo, para ir tan lejos -las Antípodas- ya estaba Australia, mucho más conocida. Luego, como decíamos ayer, llegó El Señor de los anillos y los alucinantes paisajes usados como localizaciones de rodaje excitaron la curiosidad de muchos, de manera que el país quedó situado en el mapa turístico por fín.
Habitada por polinesios desde el siglo XIV, el mundo occidental descubrió Nueva Zelanda en 1642 de la mano del marino holandés Abel Janszoon Tasman, cuyo apellido da nombre a Tasmania mientras que Zelanda se refiere a una de las doce provincias de los Países Bajos. Luego se apropiaron de ella los británicos, no sin antes tener que vencer la dura resistencia maorí. La independencia llegó en 1947.
Es un país compuesto por dos islas grandes y otras más pequeñas, con abruptas cadenas montañosas, exuberante vegetación y, salvo en las alturas, clima subtropical. Para pasar unas vacaciones la mejor forma de empezar seguramente será visitar Auckland, que no es la capital (ese honor le corresponde a Wellington) pero sí la ciudad más grande y cosmopolita, de ahí que se la suela usar como principal puerta de entrada.
Auckland se halla ubicada en un istmo de la Isla del Norte, la segunda mayor con sus 115.000 kilómetros cuadrados erizados de bellos volcanes (alguno activo, como el monte Ruapehu) y rematados a la orilla del mar por playas de arena dorada. El área metropolitana acoge un millón y cuarto de habitantes y se la conoce popularmente como la Ciudad de las velas por su vocación marinera, presentando dos grandes puertos.
Pero si hay algo a tener en cuenta a la hora de visitar Auckland es la cantidad de formaciones volcánicas apagadas que la rodean (¡cuarenta y ocho!), con mención especial para el algo achaparrado perfil insular del Rangitoto, que parece vigilar a los ciudadanos desde la entrada del puerto (es la porción de tierra que se ve al fondo de la foto) como un Vesubio inconcluso o una Liberty Island sin estatua. En cualquier caso, desde cierto punto de vista, el sueño de un aficionado a la geografía o geología.
¿Qué se puede hacer durante la visita? Lo primero sería entrar al War Memorial Museum, un edificio neoclásico construido en recuerdo de los neozelandeses caídos en la Primera Guerra Mundial y cuyos nueve mil metros cuadrados constituyen una introducción perfecta a la historia, arqueología, etnología y arte del país. Después, por aquello de insistir en la tradición marinera de la City of Sails, acercarse al Museo Marítimo de Hobson Wharf.
Hay muchos más sitios, como el acuario Kelly Tarlton’s Underwater World, la Art Gallery o la Sky Tower, este último un emblemático rascacielos de trescientos veintiocho metros desde el que se puede hacer bungy (una versión light del puenting) y que resulta ser el punto más visitado de la ciudad, un poco a la manera del Empire State neoyorquino.
También son reseñables rincones urbanos como Queen Street (avenida principal, arteria comercial y cultural de Auckland), el icónico Harbour Bridge (no suele faltar en los reportajes fotográficos) o Aoeta Square (espacio abierto con puestos de artesanía, artistas callejero y ambiente turístico). Por último, quien prefiera disfrutar del sol y el mar dispone de playas como Mission Bay, Judge, Kohimarama, Okahuy St. Helier o Mission.
Foto 1: Partyzane en Wikimedia
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