A lo largo del año hay una serie de fechas festivas que en algunos rincones de España pueden constituir una auténtica lección de antropología. Carnaval, Semana Santa y los solsticios son ejemplos clásicos, pero también la despedida del año/entrada en el nuevo tienen características especiales en determinados sitios, generalmente rurales. Silió, en Cantabria, es uno de ellos y allí celebran un curioso evento denominado La Vijanera.

Silió se halla en el municipio de Molledo, situado a 56 kilómetros de Santander. Un pueblo de poco más de medio millar de habitantes en un verde entorno rodeado por montañas y valles, en el que, además del paisaje, un visitante puede ver una iglesia románica levantada en honor de San Facundo y San Primitivo (Monumento Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural), la Casa de Tagle (siglo XVII) y la Torre de Obregón (siglo XVIII).

Pero el atractivo principal es la fiesta que se celebra el primer domingo de cada año (salvo que coincida con Año Nuevo, restrasándose entonces al fin de semana siguiente) y que está catalogada de Interés Turístico Nacional; ahora se trabaja para incorporarla al Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.

El oso de La Vijanera

Antaño, La Vijanera se celebraba en más sitios de los alrededores, pero como tantos otras tradiciones fue cayendo en desuso paulatinamente y ya sólo sobrevive en Silió. Lo cual es una lástima si se tienen en cuenta sus antiquísimas raíces, probablemente originadas a partir del culto a Jano en tiempos del Imperio Romano o incluso en algún ceremonial anterior, como el solticio hiemal celta, celebrado para dejar atrás el invierno y dar la bienvenida a la fertilidad primaveral.

La relación con el Carnaval resulta, pues, evidente. No sólo en el fondo sino también en la forma, dado que los festejos se caracterizan por los poemas satíricos que suelen leerse, los disfraces de los participantes y la presencia de determinados personajes ataviados con pieles animales, todo ello típico de esas fechas.

Así, va desfilando un centenar de roles interpretados por los vecinos entre los que no faltan tipos populares como el marquesito, el médico, los pasiegos o los guardias, junto a otros de carácter maligno como el Oso, la Bruja, el Diablo y otros similares. Por encima de todos descuellan los Zarramacos, con sus gruesas lanas de oveja, sus caras tiznadas y sus gorros cónicos rematados por crines de caballo, que portan grandes esquilones a la espalda arrancándoles estruendosos sonidos con sus saltos para asustar a los malos espíritus.

Los Zarramacos salen a primera hora de la mañana, después de que el vecindario haya sido despertado por otro grupo con esquilas, los Campanos, más jóvenes. Para el mediodía ya se han juntado todos los personajes para proceder a la captura del oso, danzar La Raya para delimitar el territorio del pueblo y resumir el año con versos humorísticos.

Entonces llega el momento de la Preñá, cuando, como dice el nombre, se recrea un parto usando un animal o un muñeco. El recién nacido representa el Año Nuevo, que llega después de matar lo malo del anterior en la figura del oso, una persona disfrazada de tal guisa que acaba «apaleada» por los Zarramacos.

Si visitan Silió podrán aprender más sobre esta peculiar fiesta en un Centro de Interpretación ad hoc abierto en el pueblo. Allí descubrirán que su carácter pagano la hacía estar mal vista y provocó su decadencia a partir de 1935. Ahora los tiempos han cambiado, afortunadamente, y se recuperan estas costumbres milenarias.

Más información: La Vijanera

Foto de portada: Cerofe en Wikimedia
Foto 2: jlgomelinares en Wikimedia


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