Leonardo fue el prototipo de sabio renacentista, aquel que no centraba su atención en una sola disciplina sino que aspiraba a que sus conocimientos abarcaran el mayor espectro posible. Por eso, aunque su faceta más popular sea la artística nos ha legado estudios de otras muchas cosas que probó, desde la literatura a la medicina, pasando por la ingeniería. Lo que pocos saben es que también se atrevió como luthier.

Un luthier es el que fabrica instrumentos musicales pero, claro, Leonardo no podía limitarse a hacer lo que todos, de ahí que intentará crear algo especial en ese campo. Fruto de su trabajo fue una especie de órgano-violín que combinaba teclas, pedales y cuerdas.

Los bocetos -la idea nunca pasó de ahí- se conservan en el Códice Atlanticus de la Biblioteca Ambrosiana de Milán y en el Manuscrito H de la francesa Bibliothèque de l’Institut París.

Viola organista, dibujo de Leonardo da Vinci / foto dominio público en Wikimedia Commons

Casi un siglo más tarde, en 1575, el organista Hans Hyden creó en Nueremberg el primer instrumento que contaba con teclado y pedales. Se accionaba con cuerdas de tripa (luego de metal porque no daban el tono requerido) y seis ruedas forradas de pergamino movidas a pedal y manivela (hacía falta un ayudante) que combinadas con las teclas producían las diferentes notas y tonos.

Hyden llamó al artilugio geigenwerk, nombre que significa viola organista; la referencia a Leonardo da Vinci es evidente. O quizá no tanto, pues los textos no artísticos del sabio italiano, dispersos por toda Europa por la familia Meltzi -Francesco Meltzi fue su albacea en 1579- permanecieron ignotos hasta el siglo XIX. Hay opiniones en ambos sentidos.

Viola organista de Sławomir Zubrzycki / foto Ludek en Wikimedia Commons

El caso es que no se conserva ni uno solo de los treinta y dos geigenwerks fabricados originalmente, por lo que lo único que sabemos hoy de ellos es lo que pueda deducirse de un dibujo realizado por el músico alemán Michael Praetorius y acompañado de una somera descripción, o bien de un grabado en madera que éste incluyó en el segundo volumen de su Syntagma Musicum, publicado como Theatrum Instrumentorum Sciagraphia en 1620.

Lo que sí hay son imitaciones. La más famosa la hizo el monje español Raimundo Truchado en 1625 y se puede ver en el Museo de Instrumentos Musicales de Bruselas. Aunque por detrás tiene manivela, carece de pedales y el teclado está extrañamente cercano al suelo, como si estuviera diseñado para ser tocado sentado en él; algo un tanto raro pero sabemos que en su día funcionaba, pues se utilizó en la Catedral de Toledo hasta finales del siglo XVIII.

El caso es que el invento de Leonardo ha seguido obsesionando a músicos y luthiers. El japonés Akio Obuchi, por ejemplo, ha construido algunos modelos que suenan según las descripciones de Hyden. Pero ha sido el pianista polaco Slawomir Zubrzycki el que ha aportado la versión más llamativa, por su aspecto especialmente bello. Y es que a los materiales empleados y su elegante diseño, plasmado en la cita de Santa Hildegarda que lleva inscrita («Santos profetas y sabios inmersos en el mar de artes humanas y divinas, soñado por una multitud de instrumentos para deleitar el alma»), se unen los preciosos sonidos musicales que le arranca el maestro, mezcla de violoncello, órgano y acordeón.

Tardó tres años en construirlo, invirtiendo en ello más de siete mil euros. Pero el resultado es que su geigenwerk o viola organista ya se ha estrenado en concierto. Fue hace tres años en el Royal Krakow Piano Festival y su actuació fue un éxito total, con el público entregado en sus aplausos y puesto en pie.


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