En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme; Llamadme Ismael; Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento; Habláme, Musa, de ese hombre; Al principio Dios creó el cielo y la tierra… ¿Se imaginan que un investigador descubriera que alguna de las frases iniciales de las obras cumbre de la literatura universal no empiezan como en realidad hemos creído hasta ahora? ¿Que un error de traducción o de transcripción las hubiera cambiado al publicarlas?
Bueno, pues algo así parece haber ocurrido con el poema épico más antiguo en lengua inglesa: una composición de 3.182 versos integrada en el llamado Códice Nowell, al cual se conoce popularmente como Manuscrito Beowulf precisamente por esa obra, aunque contiene otras y ésta en concreto carecía de título.
A lo largo de 3.182 versos repartidos en 4 cantos, cuenta la historia del héroe Beowulf que se enfrenta a un monstruoso troll llamado Grendel, que siembra el terror en Dinamarca asesinando y devorando a los hombres porque odia la música y el baile, es decir, la alegría. Una vez muerto, el protagonista ha de enfrentarse a la madre del ser, que es aún peor.
El caso es que la obra, que tiene una antigüedad entre 1.200 y 1.300 años fue publicada por primera vez en 1815 por el erudito escandinavo Grimur Jonsson Thorkelin. Como había sido escrita en inglés arcaico, hubo que traducirla antes; pero sería unos años más tarde, en 1837, cuando Beowulf alcanzó difusión internacional gracias a Jakob Grimm, uno de los famosos hermanos escritores.
El problema es que la primera frase, que reza algo así como «¡Escucha! Hemos oído hablar del poder de los reyes», fue mal traducida por Jakob. O eso opina actualmente el dr. George Walkden, lingüista y profesor de la Universidad de Manchester, en un artículo publicado el mes pasado.
Según dice, la clave está en la palabra Hwæt, traducida también como «¡Escuchad!» o, en otras versiones, «¡Eh!» (Earle 1892), «¡Escúchame!» (Raffel 1963 ), «Asistid» (Alexander 1973 ), «¡Por supuesto!» (Jack, 1994) y «Así» (Heaney, 2000 ); o sea, interjecciones u oraciones exhortativas.
Según Walkden, sería más correcta una oración interrogativa: «¿Qué hemos escuchado acerca del poder de los reyes?». Para llegar a esa deducción investigó previamente centenar y medio de casos en los que aparecía la palabra Hwæt, comparándolos con multitud de frases. Así descubrió que los casos en que las oraciones empiezan con ese término, el verbo suele estar al final, lo que les cambia el significado.
De esa forma, conservaría el tono exclamativo pero con la particularidad de que en el inglés arcaico no había signos para indicar dicha exclamación (en realidad sólo se usaba el punto final y, ocasionalmente, el punto y coma).
En fin, un lector normal tampoco notará demasiada diferencia y, de todas formas, no es fácil encontrar la obra en español.
Vía: Past Horizons
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