Voyager: hasta el infinito y más allá

Seguramente para la mayoría de la gente la noticia habrá pasado más o menos desapercibida pero otros pertencecientes a determinada generación, entre los que me incluyo, es algo que esperábamos con curiosidad desde hace décadas: El Voyager 1 ha traspasado los límites del Sistema Solar y continúa su viaje hacia el infinito y más allá.

El Voyager es una sonda que fue lanzada en 1977, el mismo año que se estrenó La guerra de las galaxias poniendo de moda la ciencia ficción y desatando una extraordinaria afición por la astronomía en muchos jóvenes de entonces. Su misión era explorar y fotografiar dos planetas, Júpiter y Saturno, para después continuar viaje hasta el confín de nuestro sistema y seguir. En eso no era el primero, puesto que le precedió el Pioneer 10 en 1987, tras haber viajado por nuestro espacio desde su lanzamiento en 1973.

Ambas naves llevan a bordo un mensaje para hipotéticas civilizaciones extraterrestres que pudieran encontrarlos. El Pioneer, una placa bañada en oro (para protegerla de posibles impactos de meteoritos minúsculos, pues va engarzada alen el exterior) con diferentes símbolos dibujados sobre ella: las siluetas de un hombre y una mujer levantando la mano en señal de saludo, un plano de nuestro Sistema Solar resaltando la posición de la Tierra y otros datos codificados. Se supone que esa nave podría alcanzar las inmediaciones de la estrella Aldebarán dentro de 1.700.000 años.

El Voyager no lleva una placa sino un disco, también de oro y 16 2/3 revoluciones por minuto (aún no se había inventado el CD), con música, fotos, sonidos de nuestro mundo y esquemas de anatomía humana. Lo que el célebre científico y divulgador Carl Sagan denominó una «botella en el océano cósmico», haciendo un símil con los típicos mensajes dentro de botellas de los náufragos. En su ruta, llegaría a la estrella más cercana dentro de unos 40.000 años; para entonces ya no dispondrá de energía, evidentemente; será un objeto artificial flotando del que nunca más sabremos nada.

Aunque los expertos no pudieron constatarlo hasta ahora, debido al tiempo que tardan en llegar los datos desde tales distancias, esta sonda rebasó los límites de la heliosfera, es decir, la zona a donde llegan los rayos del Sol, situada a 18.000 millones de kilómetros de nuestro planeta, el pasado 25 de agosto de 2012. Una fecha que, aseguran, resultaría comparable en importancia a la primera circunnavegación del mundo que empezó Magallanes y culminó Elcano o a la llegada del Hombre a la Luna.

La señal de haber pasado esa última frontera fue un descenso en la densidad de electrones alrededor de la nave. Su próxima estación es la Nube de Oort, a un año luz de distancia y después quién sabe. Aunque es difícil, teniendo en cuenta que su cinta magnética sólo tiene 67 Kb de capacidad, sería maravilloso que encontrará la forma de acumular tantos datos que llegara a adquirir una especie conciencia de entidad propia, una especie de inteligencia, regresando a nosotros en busca de sus creadores, como proponía el argumento de la primera película de la saga Star Trek.