Imagen: Simone Ramella en Wikimedia Commons

Los músicos en general y los violinistas en particular deben tener un especial interés por la ciudad italiana de Cremona. El nombre de esta pequeña localidad del sur de Lombardía, bastante cercana a Milán, tiene resonancia mundial desde el siglo XVII porque fue entonces cuando alumbró a sus dos hijos predilectos: Antonio Stradivarius y Giuseppe Guarnieri. Quien controle un poco más recordará también a Nicola Amati.

Los tres fueron los máximos representantes de otras tantas familias de luthiers, o sea, fabricantes de instrumentos musicales, sólo que en este caso especializados en violines e instrumentos de cuerda. De hecho, la tradición continuó a lo largo del tiempo y ha llegado hasta hoy, en que se pueden contar en Cremona más de un centenar de talleres, razón por la cual ese arte cremonense ha pasado a formar parte del Patrimonio Inmaterial de la UNESCO.

Deducción lógica: no hay lugar mejor en el mundo para abrir un museo dedicado al violín. El Palazzo Municipale poseía algunas valiosas piezas de los autores mencionados en su colección, y el Museo Municipale abarcaba, a su vez, el Museo Stradivariano. Pero el pasado sábado abrió al público un Museo del Violino que aprovecha como sede el Palazzo dell’Arte, un edificio de tiempos de Mussolini debidamente restaurado y que, a través de una decena de salas, hace un repaso a la historia del instrumento mediante dibujos, grabados y exhibe, por supuesto, decenas de violines que no tienen precio.

Algunos de ellos no pertenecen al museo sino que han sido prestados por coleccionistas particulares; otros no son violines exactamente sino instrumentos que se podrían considerar predecesores. En cualquier caso, habrá stradivarius, guarnieris y amatis de tiempos barrocos para satisfacer a cualquier aficionado. La primera exposición, del 21 de septiembre al 13 de octubre, constará de 23 instrumentos cedidos por la Chi-Mei Culture Foundation de Taiwán, que incluye violines fabricados en Cremona, Milán, Turín, Parma, Mantua, Módena, Ferrara, Venecia, Florencia y Roma.

Pero no será el único punto de interés para el visitante, que disfrutará igualmente entrando a la recreación del taller de luthier, que es tan minuciosa que incluso permite aspirar los olores de la madera y el barniz, dos de los elementos que guardan las claves de los maestros artesanos para conseguir el instrumento perfecto.

Y es que nadie ha sido capaz aún de proporcionar la teoría definitiva y demostrable sobre la razón por la que el millar de piezas creadas por Stradivarius alcanzaron tal grado de perfección en su sonido. Por eso será toda una experiencia asistir a alguno de los conciertos del Stradivarius Festival, que irán interpretando en su auditorio varios solistas y orquestas utilizando los violines originales.

Más información: Museo del Violino

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