Plata contra bacterias

Resulta que la plata no sólo sirve para la orfebrería o combatir criaturas de la noche. También tiene aplicaciones médicas y no me refiero al clásico nitrato de plata que se usa para quemar verrugas, sino a su potencial para combatir las infecciones bacterianas.

Algo que en realidad no es nuevo porque, si bien es verdad que el pasado junio lo publicó en la revista Science Translational Medicine un equipo de la Boston University of Massachussets dirigido por el doctor James Collins, también lo es que el mismísimo Hipócrates lo anticipó en el año 400 a.C. Es más, dicen que los cubiertos de plata tienen como verdadero objetivo prevenir infecciones.

Qedémonos, no obstante, con el estudio actual, ya que hasta ahora se sabía el qué pero no el cómo. El equipo estadounidense asegura que la plata se perfila como un eficaz herramienta auxiliar para la medicina pero no de cualquier forma, claro. En este caso no se trata de matar hombres lobo, así que las balas de ese metal precioso no sirven. El enemigo aquí es la bacteria, que es más pequeña pero puede resultar igual de mortal.

El arma serían los iones de plata, que atacan desde dos frentes. El primero hace que la membrana celular de las bacterias, un auténtico muro de contención contra las medicinas, se vuelva más permeable. El segundo interfiere en el metabolismo de dicha célula induciéndola a producir grandes cantidades de compuestos oxigenados reactivos, que le resultan tóxicos.

De hecho, en este segundo sistema se basan los antibióticos actuales, sólo que la plata multiplica su eficacia hasta un millar de veces; y al hacer que la membrana sea más débil, puede entrar más cantidad de fármaco, facilitando la muerte de la bacteria.

La cosa también tiene sus pegas. Por ejemplo, que la plata puede resultar tóxica para nuestro organismo si no se administra en la posología adecuada. Un efecto adverso es la argiria, afección que provoca la coloración azulado-grisácea de la piel y que además no tiene vuelta atrás. También se han dado casos de fallos cardíacos.

Por eso el quipo de Collins únicamente ha ensayado con ratones y con cantidades que no supongan peligro. Los resultados auguran futuro al tratamiento siempre que se logre reducir al máximo el mencionado riesgo: la clave, pues, está en dar con la dosis exacta, para lo cual aún hay que trabajar.

Vía: Scientific American

Foto: Laboratory News

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