Imagen: Rubén Ojeda en Wikimedia Commons

El Canal de Castilla es uno de los mejores ejemplos de la voluntad de la Ilustración dieciochesca española aplicada al servicio público. La idea, recuperada por el marqués de la Ensenada en tiempos de Fernando VI a partir de un plan anterior del siglo XVI, era crear una red de canales de navegación por la España interior que facilitaran el transporte de los productos castellanos (lana, vino, cereales) hacia los puertos del norte. Originalmente el ingeniero Antonio de Ulloa proyectó cuatro pero sólo se llegaron a hacer tres ramales, el norte, el Sur y el de Campos.

Las obras empezaron en 1753 y se fueron prolongando, acometiéndose nuevos trabajos a medida que unos se terminaban. La Guerra de la Independencia y la ruina en que quedó España obligaron a Fernando VII a sacar en concesión su explotación privada a cambio de seguir financiando el coste de construcción de los que seguían pendientes. Tras la Guerra Carlista el Estado recuperó la propiedad y se abrió el mejor período, con los canales surcados por casi cuatro centenares de barcazas de mercancías. Fueron diez años felices entre 1850 y 1860 en los que se approvechaba el agua no sólo para nevegar sino también impulsada por esclusas como fuerza motriz para molinos y batanes, así como para el riego agrícola, faceta esta última que aún se mantiene.

Hablo de mantener porque hasta ahí llegó la cosa. La implantación y difusión del ferrocarril terminó dejando obsoleto el sistema y hoy su uso es fundamentalmente turístico, ligado además al disfrute de la naturaleza. De hecho, es el único canal navegable de España, atravesando las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid. En esta provincia, a su paso por Campos, en la sexta esclusa (próxima a Tamariz de Campos, Villanueva de San Mancio y la dársena de Medina de Rioseco, posibilita la práctica de actividades en ese sentido.

Hay un centro de recpeción de visitantes desde donde se embarca en el Antonio de Ulloa, un barco de pasajeros que zarpa de Medina de Rioseco de martes a domingo haciendo viajes de diferentes duraciones, según horarios, durante los cuales se explica la historia y todo lo relacionado con el tema. Un entretenido paseo fluvial remontando las esclusas y pasando por áreas protegidas y un entramado de elementos arquitectónicos tradicionales que se pueden visitar. De ellos destacan especialmente el acueducto sobre el río Sequillo y la antigua harinera San Antonio, una fábrica decimonónica que conserva toda su maquinaria y cuya visita dura media hora.

Las tarifas van desde los cinco euros en los trayectos de una hora (siete kilómetros ida y vuelta) a los doce del viaje de tres horas y media (dieciséis kilómetros salvando dos esclusas), que incluye una degustación, pasando por los ocho euros del recorrido de dos horas (catorce kilómetros y una esclusa). Los niños entre tres y doce años pagan tres euros (salvo en la degustación, que costará diez) y los menores de esa edad entran gratis.

Pero el Ulloa no es el único barco dispnible. En Herrera de Pisuerga (Palencia) está el Marqués de la Ensenada, en Melgar de Fernamental (Burgos) el San Carlos de Abánades y en Villaumbrales (Palencia) el Juan de Homar. Es cuestión de elegir la zona que más atraiga conocer.

Más información: Canal de Castilla

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