Uno de los rincones más peculiares de Inglaterra, que ya es decir, está en Nottinghamshire, en la parte norte del país. Un lugar que aglutina historia, arte, literatura y leyendas, cualidades todas ellas a menudo entrelazadas pero que aquí se rematan con un colofón lumpen que no sé si se habrá solicuinado. Estoy hablando de la Abadía de Newstead.

Originariamente era un priorato agustino llamado St. Mary of Newstead fundado por Enrique II en torno al año 1163 como penitencia por haber ordenado la ejecución de Thomas Beckett. Pero siglos después Enrique VIII ordenó el cierre de monasterios como parte de la reforma religiosa que inició al romper con la autoridad religiosa de Roma por la negativa del Papa a concederle el divorcio de Catalina de Aragón. En ese contexto, los cenobios fueron expropiados a la Iglesia y entregados a particulares. El de Nottingham le tocó a una familia cuya fama llegaría mucho después, precisamente con el último descendiente.

Se trataba de lord Byron. George Gordon Byron uno de los mayores poetas del Romanticismo, heredó la propiedad en el salto del siglo XVIII al XIX y se instaló en ella adaptándola a su peculiar, anárquico y escandaloso estilo de vida. Pero su incapacidad para permanecer en un mismo sitio le hicieron vendérsela en 1815 al coronel Thomas Wildman, un hacendado con plantaciones en Jamaica que le pagó una fortuna, gracias a la cual el escritor se trasladó a vivir a Italia.

En 1861 fue un explorador de África, William Frederick Webb, el que compró la abadía. Restauró la capilla pero el resto estaba en mal estado y requería una obra demasiado costosa. Tras morir en 1899 le sucedieron su hijo y nieto, que finalmente se la traspasaron a sir Julien Cahn, un filántropo local, quien la donó al municipio en 1931. Hoy en día, Nottingham ha convertido Newstead Abbey en la sede de un museo en honor de lord Byron, rescatándola así de los ladrones que la saquearon durante años para llevarse el metal de las tuberías y que habían agravado aún más su preocupante estado de deterioro.

De hecho en un rincón de sus 120 hectáreas de jardines se alza una estatua dedicada al poeta, al que se ve acompañado de su perro Boatswain (Contramaestre). El animal, un terranova al que Byron adoraba, murió de rabia en 1808 y su dueño lo enterró en una capilla de la abadía, dedicándole un hermoso epitafio: «Aquí yacen los restos de quien poseía belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, coraje sin ferocidad, y todas las virtudes del Hombre sin sus vicios». Él por su parte, falleció de malaria durante la guerra de independencia de Grecia y fue inhumado cerca, en el cementerio de St. Mary Magdalene, en Hucknall.

Claro que no es el único escrito de Byron que guarda relación con Newstead Abbey. El sitio siempre fue objeto de numerosas historias de fantasmas, tan típicas de las mansiones británicas, desde una dama de blanco al propio tío del poeta, pasando por un caballero que se aparece en un espejo y otra dama, ésta de rosa, que materializa entre un aroma de flores. El más famoso, sin embargo, es Fray Goblin, un espectro que al aparecerse augura una muerte próxima y que inspiró a Byron para su poema El monje negro.

La abadía de Newstead abre de viernes a lunes entre abril y septiembre, de 9:00 a 16:30. La entrada cuesta 8 libras, la mitad si sólo se quiere pasear por los jardines.

Foto: Will Robson en Wikimedia Commons

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