Es curioso que en unos tiempos en los que los sistemas de comunicación que se consideraban más avanzados, como el télex, el teléfono fijo o incluso el correo electrónico, se van quedando atrás ante la nuevas tecnologías que siguen surgiendo, como WhatsApp, Skype y lo que estará por venir, aún haya sitios donde se escriben y mandan telegramas.

Bien es cierto que ya se acaba. En la India, la compañía BSNL (Bharat Sanchar Nigam Limited) anunció en 2013 que echa el cierre ante el empuje imparable de los smartphones. Y es que en ese enorme país el sistema seguía funcionando desde el siglo XIX: en ese año todavía se enviaban 5.000 telegramas diarios con una fidelidad al sistema que la mencionada empresa explicaba por su capacidad para dar noticias urgentes y su autenticidad.

Esto ocurrió 144 años después de que Samuel Morse enviara el primero en Washington y 7 desde que, por ejemplo, la Western Union cerrara sus servicio en EEUU. En la India fue introducido por William O’Shaughnessy, un médico e inventor, en 1850. Era británico, claro, y por tanto no quiso usar el mismo código que el resto del mundo, ideando uno diferente.

Pero desde entonces constituyó un importante instrumento para la administración colonial, pues permitió mantener en contacto lugares muy alejados, incluso en vicisitudes tan graves como la Rebelión de los Cipayos de 1857 o cuando el primer ministro indio Nehru lo usó para advertir a Londres de la invasión paquistaní de Cachemira.

En India al telegrama se lo conoce coloquialmente como cable o taar y se usa sobre todo para mensajes urgentes que no pueden esperar el tiempo que requiere el correo habitual. El caso más frecuente es la enfermedad o muerte de un familiar, la quinta parte de los mensajes enviados, pero además es un sistema admitido en los tribunales como prueba y un catalizador de muchas historias de amor narradas en las películas de Bollywood. No es broma; refleja la realidad: muchas parejas recurren a él para informar a sus familias de que se han casado, cuando las diferencias de casta o religión impiden la boda normal.

El 65% de los telegramas eran enviados por la administración para sus comunicados oficiales, que ahora deberán llegar por otra vía. Hay que tener en cuenta que en 1985 se enviaron nada menos que 60 millones desde 45.000 oficinas postales, de las que aún están en activo 75. De los 12.500 empleados que trabajaban en ello, quedaban 998.

Porque todo se acaba tarde o temprano. Shamim Akhtar, manager general de BSNL, explicaba que los telegramas no tienen futuro comercial ante los SMS que se envían desde los smartphones; al fin y al cabo usan un lenguaje parecido, economizando caracteres y juntando palabras, y no hay que desplazarse a una oficina porque casi todo el mundo tiene un teléfono móvil.

Vía: The Christian Science Monitor

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2 respuestas a “El último telegrama del mundo”