Es curioso cómo cambian los conceptos con el paso del tiempo. Hace un montón de años, cuando era un niño en edad escolar, el libro de Sociales incluía una lista de animales considerados alimañas (literalmente) a los que convenía exterminar por ser dañinos para la economía rural: no faltaban el lobo y el zorro, por supuesto, como tampoco el oso. Por suerte, y a costa de mucho esfuerzo, las tornas han cambiado completamente.
De hecho, el oso pardo se perfila hoy un elemento dinamizador del turismo regional. En los Pirineos de Lérida y el valle de Arán, donde fue reintroducido en 1996 con ejemplares de Eslovenia tras haberse extinguido, hoy hay una treintena de plantígrados que se han convertido en reclamo para ese tipo de turista que disfruta de la naturaleza frente al de sol y playa.
Un centro de interpretación, pósters, postales, exposiciones y merchandising temático sirven de complemento a las Sendas del Oso, una serie de itinerarios guiados por los bosques para grupos de al menos cuatro personas, previa reserva, para seguir el rstro de los animales y, si hay suerte, verlos en libertad. No son rutas difíciles, pues el desnivel es de unos 800 metros y duración de dos siete horas, pueden participar niños y durante el recorrido hay áreas de descanso.
Si eso se hace en Cataluña con más razón en Asturias, actualmente la principal reserva osera de España y autopublicitada con el perfectamente descriptivo eslógan Paraíso natural. Diferentes empresas han empezado a ofrecer avistamientos de fauna salvaje -una de ellas, por cierto, también lo hace en el Valle de Aran con urogallos-, incluyendo lobos y la comercialización de una app con GPS para que el visitante pueda hacer sus propias rutas.
Pero la parte más destacada de esto es la búsqueda de osos, algo que facilita el aumento de ejemplares experimentado por la especie en los últimos años: sólo el último año nacieron 28 oseznos y se calcula que la población actual asciende a 220 individuos en el núcleo occidental asturiano (hay otro al este, compartido con Palencia, Cantabria y León).
Siguiendo el ejemplo exitoso logrado con el ecoturismo para ver la berrea de los venados en concejos como Somiedo, Teverga o Aller, que además es una forma de incentivar la economía local de esos lugares, ahora ha eclosionado el de los osos, a los que su número abundante permite localizar y ver si se hacen dos o tres salidas (el precio va de 30 a 80 euros por salida y persona).
El tiempo no siempre acompañará pero este tipo de actividad es habitual en otros países europeos como Inglaterra, Escocia, Noruega o Finlandia, donde el clima resulta bastante más adverso, y sin embargo hay millones de turistas de este tipo. De hecho, el 25% de quienes se apuntan a estos safaris en Asturias son extranjeros.
No todo resulta perfecto y hay algunos sectores ecologistas que se muestran más bien adversos a la actividad mientras que otros creen que es la mejor forma de concienciar a la gente sobre la necesidad de proteger a la fauna salvaje. Al fin y al cabo es algo similar a lo que ocurre hoy en África. Dentro de unos años sabremos si mereció la pena.
Foto: Malene Thyssen en Wikimedia
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