Es curioso que milenios después de que lo hicieran los filósofos griegos sigamos dándole vuelta al tema de las partículas que forman la materia. Con más rigor científico, evidentemente, pero con similar desconocimiento real en algunos aspectos; tanto que obliga a trabajar a base de hipótesis hasta que se consiga la obtención de pruebas concretas y definitivas.
Algo así es lo que ocurre con la llamada materia oscura: una materia hoy por hoy indetectable que se sabe que existe gracias a los efectos que produce sobre la que sí se detecta. No emite suficiente radiación electromagnética para poder volverla «palpable» pero se sabe que tiene que estar ahí porque, si no, la astrofísica se desplomaría. Es decir esta ciencia, como la cosmología en general, se sustenta en algo cuya existencia no puede demostrarse todavía con nuestros medios técnicos actuales.
Sin embargo, la materia oscura constituye el 21% de la masa del Universo visible, presentando cinco veces mayor cantidad que la materia ordinaria. Y ello por no hablar de la energía oscura, término creado por el cosmólogo y astrofísico Michael Turner, coautor junto a Rocky Kolb de El universo primitivo, libro de referencia sobre el tema, para referirse a la energía que se extendería por todo el espacio impulsando su expansión.
Se deduce la importancia de ambos conceptos para comprender la historia del Universo «desde su comienzo como una sopa de partículas sin forma hasta donde estamos hoy», en palabras del propio Turner, quien explica que para la ciencia es una evidencia debido a varias fuentes: «La cantidad de deuterio producido en el Big Bang, la radiación cósmica de fondo, la formación de la estructura en el Universo, las curvas de rotación de las galaxias, lentes gravitacionales, y así sucesivamente (…) Si dijésemos: «Ya no queda más materia oscura,» nuestro modelo cosmológico actual se derrumbaría. Estaríamos de vuelta en el punto de partida».
Turner es de los que creen que los WIMP, nombre que se da a las partículas de materia oscura, serán finalmente detectados y no falta mucho. «Las partículas de materia oscura no interactúan con la materia ordinaria a menudo. Nos ha llevado 25 años mejorar la sensibilidad de nuestros detectores en un factor de un millón y ahora tenemos una buena oportunidad de detectar las partículas. Debido a los avances tecnológicos, creemos que estamos en la cúspide de una detección directa».
O sea, que es cuestión de tiempo -el cuánto está por ver-, como lo era que toda la comunidad científica terminara por aceptar la importancia de dicha materia: «Hace diez años no nos hubiéramos encontrado con que astrónomos, cosmólogos y físicos de partículas se pusiesen todos de acuerdo en que la materia oscura fuera realmente importante. Y ahora, sí que lo están».
No es para menos si se tiene en cuenta que «nada en la cosmología tiene sentido sin la materia oscura. La necesitábamos para formar las galaxias, las estrellas y las otras estructuras del Universo. Y esto es absolutamente fundamental para la cosmología. También sabemos que ninguna de las partículas conocidas puede ser la partícula de la materia oscura. Así que tiene que ser una nueva partícula de la naturaleza. Cabe destacar que nuestra hipótesis más conservadora en este momento es que la materia oscura es una nueva forma de la materia que queda por descubrir y que nos enseñará mucho acerca de la física de partículas».
Vía: hubblesci.com
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