¿Qué se debe hacer con esos rincones del mundo de belleza incomparable pero difícil acceso? ¿Dejarlos como están y que quien desee verlos haga un esfuerzo o facilitar a todos la forma de llegar hasta ellos? ¿Optar por que reciban sólo pequeñas visitas garantizando su mantenimiento o abrirlos algran público para que sean rentables turísticamente y, con los ingresos resultantes, se invierta en su protección?
Es una disyuntiva clásica que se reproduce en todas partes y que al final casi siempre se termina inclinando por la apertura a las masas. Uno puede preferir lo otro pero también es justo preguntarse si no todos tienen derecho a disfrutar de esos sitios. Carreteras de acceso, trenes cremallera, funiculares, áreas de recepción, cafeterías, tiendas de recuerdos… Todas estas cosas acaban por desvirtuar los destinos, dicen muchos, y lo cierto es que hay que hilar muy fino.
Todo esto viene a cuento precisamente de eso, de un teleférico que el Patronato de Turismo de Gran Canaria planea instalar en el municipio de Tejeda para que los curiosos puedan subir hasta lo alto del Pico de las Nieves, la montaña insular más grande, en una de cuyas crestas se alza uno de los monumentos naturales más singulares de la isla: el Roque Nublo.
Se trata de una gigantesca roca basáltica arrojada hace millones de años por una erupción del estratovolcán que ocupaba el lugar. Las que hacen especial al Roque Nublo son su forma y tamaño: un colosal bloque más o menos prismático rectangular que mide casi ochenta metros de altura y quedó colocado en posición vertical, asemajando de lejos el monolito de 2011, una odisea del espacio. Desde luego, para los antiguos guanches ejerció el mismo misterioso atractivo que en la película para los homínidos, así que le otorgaron categoría de sagrado y su entorno pasó a ser un santuario religioso donde le rendían culto.
Hoy en día sigue atrayendo la atención de muchos viajeros que dejan el coche en la carretera y ascienden a pie por un camino que lleva hasta los 1.183 metros de altitud en que se encuentra. Una caminata que apenas dura 45 minutos a paso tranquilo pero que, bajo el implacable sol canario, echa a muchos atrás. De ahí la idea del teléferico, planteada por el ingeniero Rafael Cabrera y cuya viabilidad está ahora en fase de estudio.
El principal problema, sin embargo, no será técnico. El Roque Nublo está protegido como Monumento Natural desde 1987 y además se ubica en un Parque Rural creado en 1994, así que muchos consideran que la obra constituiría un delito medioambiental. Incluso han creado un perfil en Facebook para manifestar su oposición al proyecto. Las autoridades, tanto el Cabildo como el ejecutivo regional, reconocen que habría que modificar el estatus jurídico del lugar, aparte de garantizar que la zona no se degradaría por la invasión de masas.
Y luego está el tema económico. Y no me refiero a los entre 10 y 15 millones de euros que costarían los trabajos (2 cabinas con capacidad para 40 personas cada una que subirían desde Tejeda a La Degollada cubriendo 2,5 kilómetros en 8 minutos) porque al parecer serían de capital privado, sino a los beneficios que presuntamente traería: 20 puestos de trabajo directos en un municipio donde el paro ronda el 22%, la llegada de abundantes visitantes para gastar su dinero y una diversificación en la oferta turística más allá del sol y playa típicos.
Al fin y al cabo, argumentan los defensores del teleférico, en el Teide también hay uno. Así que no se extrañen si un día cualquiera se despiertan leyendo en la prensa que pondrán otro a la cima del Everest.
Foto: roquenublogc en Wikimedia
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