Hace unos años pasé mis vacaciones en Egipto y recuerdo lo mucho que me llamó la atención, en la visita a Deir el-Bahari para ver el templo de la reina Hatshepsut, que buena parte del cielo estuviera lleno de globos aerostáticos. Las vistas de las terrazas escalonadas de ese imponente monumento tenían que ser fantásticas, pensé, como las de otros rincones donde se ofertaban esas excursiones: Karnak, Medinet Habu, etc.

También me encontré ese espectáculo, el de los globos quiero decir, en África, ofertando la posibilidad de contemplar panorámicas de la sabana del Serengeti y sus manadas de ñúes y cebras. Sin embargo yo no subí en ninguno de los dos. No sólo porque los paseos en globo no son precisamente baratos -al menos por esos lares- sino porque me producen una profunda desconfianza.

Ojo, que es algo personal por una mala experiencia que tuve con fuego. Es más, no resulta del todo lógica, teniendo en cuenta que otros medios de transporte presentan un porcentaje de accidentes mucho más elevado. Los automóviles por supuesto, pero también los trenes, los barcos y los vehículos aéreos, especialmente avionetas y helicópteros. El problema es que de los accidentes en globo solemos tener fotos e incluso vídeos, y, claro, resulta impactante. Recuerden aquella campaña de Tráfico con imágenes explícitas que redujo drásticamente el índice de accidentes.

Pero hablando de recordar, también me viene a la memoria las tremendas instantáneas, años atrás, de los ocupantes de un globo envueltos en llamas que tuvieron que lanzarse al vacío para morir más rápido, aplastados contra el suelo, en vez de carbonizados. En Galicia, creo que fue. Y ahora hemos vuelto a tener otro ejemplo precisamente en Egipto: el pasado 26 de febrero se incendió un aeróstato que sobrevolaba Luxor para que los 18 turistas que iban a bordo pudieran contemplar el amanecer.

Eran las 7 de la mañana cuando explotó una de las bombonas del gas con el que se alimenta el quemador y una bola de fuego envolvió a los pasajeros, que procedían de diferentes países. Luego, las llamas alcanzaron la tela y en unos segundos la consumió, cayendo el aparato a tierra desde una altura en torno a 300 metros. Sobrevivieron 2 de los turistas y el piloto, que tuvo la habilidad de saltar de la barquilla poco antes de chocar contra el suelo, a unos 10 metros. Eso sí, los 3 tuvieron que ser ingresados de gravedad por los golpes y, sobre todo, las quemaduras. Los demás murieron abrasados.

El caso es que en ese momento había otros 8 globos en el aire y desde alguno de ellos grabaron un espeluznante vídeo del suceso. Así que, si tenía pocas dudas sobre la experiencia, ahora ya no me queda ninguna. Algo así han debido pensar las autoridades de Luxor, pues han suspendido temporalmente los vuelos.

Vía: ABC

  • Compártelo en:

Descubre más desde La Brújula Verde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.