Sabía que se había elegido al peor cineasta del mundo, el paradójicamente famoso Ed Wood, y alguna vez leí un ranking de los peores comienzos de novela, donde ganaba, si no recuerdo mal, Edward Bulwer-Layton con Los últimos días de Pompeya. Pero ignoraba que también hubiera sido designado el peor poeta, al menos en lengua inglesa. Se llama, o se llamaba mejor dicho, William Topaz McGonagall y, al igual que su colega del cine, ha conseguido trascender su oprobiosa consideración.
Y es que por muy malo que fuera, o quizá precisamente por eso, se va a subastar un manuscrito con un poema suyo cuyo precio de partida se sitúa nada menos que 3.000 libras. No llegará al medio millón que alcanzó Charlotte Brönte hace un par de años pero algo es algo, teniendo en cuenta la disparidad de ambas artes literarias.
De todas formas McGonagall puede presumir de haber dado su apellido a un personaje de la saga Harry Potter, cosa que no está al alcance cualquiera. Y en su Escocia natal le rindieron cumplido homenaje el año pasado, fecha del centenario de su muerte, tanto en la capital como en Dundee, donde unos versos suyos fueron grabados en un puente.
William Topaz McGonagall nació en Edimburgo en 1805 y falleció, como se ve, en 1902. No sólo se dedicó a la poesía sino que también era actor y precursor las performances, ya que solía organizar lecturas públicas de sus obras acompañado de la música de un gaitero. Dicen que el público se mondaba de risa en aquellas sesiones pero él asumía todas las críticas y burlas sin complejos, convencido de su arte.
Incluso adoptó orgullosamente el título de Caballero del Elefante Blanco que le habría concedido el rey de Birmania y que en realidad no era sino la broma malvada de un periódico. Algo que comprobó amargamente al descubrir que la reina Victoria no se tomaba la molestia de recibirle para nombrarle Caballero del Imperio Británico, como él pensaba.
Ante el fracaso de su arte rapsoda en Inglaterra, emigró a EEUU, donde le fue aún peor y tuvo que regresar pidiendo dinero prestado. Lo triste es que, según algunos biógrafos actuales, el pobre hombre seguramente tenía el síndrome de Asperger, una modalidad de autismo.
El manuscrito subastado se titula In Praise of the Royal Marriage (Elogio de la Boda Real), pero su composición más famosa, su obra maestra si se puede decir así, es The Tay Bridge Disaster, escrita en 1879 para conmemorar un terrible accidente ferroviario que se cobró numerosas víctimas; al menos tenía sensibilidad social. Ahí van algunos ripios:
Beautiful Railway Bridge of the Silv’ry Tay! Alas!/I am very sorry to say/that ninety lives have been taken away/on the last Sabbath day of 1879,/which will be remember’d for a very long time.
Vía: The Paris Review
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