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Como hoy es 14 de febrero, San Valentín, vamos con una de esas historias de amores imposibles y final trágico que Shakespeare convirtió en arte con Romeo y Julieta pero de las que hay montones de ejemplos, en la literatura y en la realidad.

Hay que trasladarse geográficamente a Guadalajara y temporalmente a la Edad Media, cuando la ciudad estaba aún en poder de los musulmanes. En ese contexto llegó a sus puertas, dispuesto a tomar la ciudad, un ejército cristiano capitaneado por Alvar Fáñez de Minaya, uno de los fieles del Cid Campeador. Pero las murallas eran inexpugnables y sólo un ardid podía permitir entrar a las huestes de la cruz.

Cupido -o San Valentín- tenían la respuesta. Ocurrió que la llave de la puerta principal del Postigo estaba guardada en el Torreón del Alamín por un anciano cuya hija solía ir a buscar agua a una fuente extramuros. Así fue descubierta por un soldado cristiano que se enamoró perdidamente de ella y con la dicha de ser correspondido. Incluso se casaron en secreto pero, claro, no podían estar juntos mientras durase el asedio, así que decidieron hacer una copia de la llave para permitir la conquista de Guadalajara y poder llevar una vida normal.

La joven tomó un molde de cera y se lo entregó a su amado pero un criado del anciano les vio y disparó su arco contra el soldado, con la mala suerte de que falló el tiro y la mató a ella. Desesperado, ya que también él estaba secretamente enamorado, se ahorcó mientras, con la llave, el ejército de Fáñez lograba entrar en la ciudad. Del soldado nunca más se supo.

Guadalajara era un lugar fronterizo y, por tanto, estratégico, así que no extraña que abunde el estilo mudéjar en sus edificios, fruto de la convivencia, ora pacífica, ora turbulenta, entre ambas musulmanes y cristianos. El Torreón del Alamín existe realmente y se puede visitar su interior, donde hay un pequeño museo sobre la famosa leyenda y el origen de la ciudad. Es de planta cuadrangular y mide 20 metros de altura, construido de mampostería y con paredes de 2 metros de ancho con aspilleras que ponen de relieve su carácter defensivo.

De las recias murallas que describe la historia sólo quedan la Puerta de Bejanque, aislada en la plaza homónima de forma que parece más un arco de triunfo, y el Torreón de Alvar Fáñez, que formaba parte de la Puerta de la Feria y tiene dentro un centro de interpretación sobre el escudo de la ciudad. De planta pentagonal y 16 metros de altura, está hecho de mapostería y sillar, llevando el nombre del conquistador de Guadalajara porque se dice que entró por este sitio, aunque en realidad es posterior. Junto al Torreón del Alamín, fue declarado Monumento Nacional en 1921.

Muy cerca, e igualmente destacable, está el Alcázar Real, la fortaleza mora que pasó a ser residencia de los reyes y luego sede de las Cortes de Castilla, aunque es menos ostentoso que el Palacio del Infantado (en la foto), erigido por los Mendoza en el siglo XV en estilo gótico isabelino y hoy sede del Museo Provincial.

Foto: Juan Carlos Castle en Wikimedia

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