
Si recuerdan un post de Viajeros que dedicamos a Ciudadano Kane, en él se contaba cómo el magnate de la prensa William Randolph Hearst se acostumbró a comprar monumentos, obras de arte y piezas arqueológicas en Europa para colocarlas en su fantástica finca, denominada San Simeón, Xanadú en la película de Orson Welles. Una de aquellas adquisiciones fue un monasterio cisterciense del siglo XII: Santa María de Óvila, desmontado en bloques y trasladado a EEUU. Así se las gastaba aquel tipo.
Pues bien, el cenobio llegó a San Francisco pero nunca se reconstruyó y los bloques languidecieron durante décadas en el Golden Gate Park; la Gran Depresión primero y la Segunda Guerra Mundial después hicieron que aquellos sobrios muros quedaran vacíos hasta hace poco. Porque los tiempos han cambiado y ante la inactividad de las autoridades, una comunidad de monjes ha acometido la labor de volver a montar el edificio y abrir sus puertas al público. Y dado que se podrá visitar puede ser una buena ocasión para visitar uno de los lugares más turísticos de los Estados Unidos. En Holidaycheck tienen una buena lista de hoteles en las cercanías.
El monanasterio fue construido originalmente en Murel, actual término de Carrascosa de Tajo, en el año 1175, por donación de Alfonso VIII de Castilla. Un terrible incendio lo arrasó siglo y medio después, destruyendo completamente su archivo, y otros avatares históricos como las guerras de Sucesión e Independencia lo dejaron todavía más maltrecho. Desamortizado en 1835, sus tesoros se repartieron por las iglesias parroquiales o fueron expoliados, quedando el lugar en un triste olvido hasta que en 1928 el Estado lo vendió por 3.000 pesetas a un particular. Éste, a su vez, se lo revendió a Hearst 3 años más tarde.

El gobierno español no reaccionó hasta que las piedras ya estaban fuera del país. Entonces lo declaró Monumento Nacional pero era tarde. La estancia del edificio en EEUU tampoco fue buena: por 25.000 dólares, el magnate se lo cedió a la ciudad de San Francisco, que abandonó los bloques por el citado parque. Como cabía esperar, el vandalismo hizo estragos. Sólo la portada se salvó al ser llevada al Museo De Young.
Los monjes cistercienses de New Clairvaux (California) adquirieron los restos en 1994 y estuvieron reuniendo donativos (unos 7 millones de dólares) durante años para la restauración, que empezó en 2000. El claustro, la sala capitular, el refectorio y el dormitorio de novicios componen el conjunto del que se están ocupando. Por cierto, todavía quedan restos de la iglesia gótica, las bodegas y arquerías en España, completamente ruinosas.
Un ejemplo de la desidia tradicional que asoló nuestro patrimonio y que ahora puede arreglarse parcialmente… en el extranjero.
Vía: The New York Times
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