Una de las noticias más fascinantes de estos días para los aficionados a la Historia ha sido la exhumación de la momia del general Prim para someterla a una autopsia 142 años después de su muerte.
O, para ser exactos, de su asesinato, ocurrido la noche del 27 de diciembre de 1870. No sé si saben cómo fueron los hechos. Juan Prim era militar, héroe de guerra y líder del Partido Progresista. Tras múltiples intentonas fallidas de derrocar a la reina Isabel II, siempre favorable al Partido Moderado, en 1868 se puso al frente de una revolución que finalmente logró expulsarla de España: la Gloriosa se la llamó. Prim se quedó al fente del gobierno y otro general, Serrano, fue nombrado regente mientras se buscaba un monarca por toda Europa.
El único que se consiguió fue Amadeo de Saboya pero con casi todo el mundo en contra. Sólo podía apoyarse en Prim pero, antes de llegar a España, el general fue tiroteado cuando se trasladaba en una berlina desde el Congreso al Ministerio por la angosta calle del Turco. Fue un plan bien urdido: otro coche le cerró el paso y, en medio de una fuerte nevada, un grupo de individuos dispararon sus trabucos a través de las ventanillas, varios por cada lado.
El gigantesto sumario (¡18.000 folios!) no aclaró nada. Hubo montones de sospechosos y 105 procesados pero todo terminó cerrado en falso 15 años después, cuando ya nadie estaba intersado en remover aquel cieno. Se habló del duque de Montpensier, que aspiraba al trono; de Serrano, cuya ambiciosa mujer no quería renunciar a su posición; y del diputado Paúl y Angulo, que había amenazado al difunto en repetidas ocasiones, tanto a través de su periódico como en persona y que tras el atentado huyó del país.
El problema es que también pudieron ser los republicanos (no querían otro rey), los masones (acusaban a Prim de usar su condición en favor propio), los esclavistas cubanos (Prim era abolicionista), los carlistas (tampoco querían otra dinastía)… Quizá se aliaron varios de estos grupos en una gran conspiración estilo JFK.
Encima hubo información confusa. El comunicado oficial anunciaba que Prim falleció 3 días después del atentado y que se hizo una autopsia. La exhumación de la momia demuestra que no hubo tal y algunos de los expertos opinan que las heridas eran muy graves y no pudo aguantar vivo tanto tiempo; quizá se intentaba dar tiempo de llegar a España a Amadeo de Saboya. Curiosamente, siempre se dijo lo contrario, que las heridas no eran mortales. Además se ha detectado una marca alrededor del cuello que algunos forenses interpretan como posible estrangulamiento. ¿Le remataron en su lecho aquella misma noche? Otros, en cambio, la atribuyen a la ropa o al proceso de embalsamamiento.
El equipo de especialistas, bautizado con el nombre de Comisión Prim, reúne a médicos, forenses, juristas, criminólogos e historiadores de la Universidad Camilo José Cela de Madrid con la colaboración de las de Granada, Valencia, Rovira i Virgili y UCM. Será interesante saber a qué conclusiones llegan, aunque ello no desvelará quién ordenó el asesinato. Lo único seguro es lo que pasó después de aquello: sin apoyos, Amadeo de Saboya sólo reinó un par de años, hasta que abdicó y se fue, harto del cainismo de la política española.
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