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Como se podrán imaginar, para buscar temas sobre los que escribir aquí es necesario darse un largo y complejo paseo por Internet y otros medios de comunicación, en el transcurso de los cuales te encuentras las cosas más inauditas. Pero una de las que más me han asombrado últimamente es ésta. Sabíamos que había «diamantes de sangre» pero ahora también tenemos ladrillos de sangre. Y además no son una metáfora, como los otros.

Se trata de fabricar ladrillos con sangre animal. Para ser exactos, se mezcla la sangre con arena y, previa adición de una solución antibacterial, se le da forma y se mete a cocer en el horno durante una hora a 70 grados de temperatura para coagular su base proteica. El resultado es un peculiar ladrillo que, si bien no resalta por su resistencia, sí lo hace por su capacidad de repeler el agua.

Por eso su inventor, James Munro, un joven recién licenciado en Arquitectura, lo considera apropiado para países del Tercer Mundo basándose en que en esas zonas las construcciones clásicas suelen ser bajas y no requieren gran fortaleza en sus paredes.

Lo curioso es que Munro habla especialmente de Oriente Medio, no por las cualidades aislantes del ladrillo, claro, sino por la dificultad de encontrar piedra para la construcción. Por contra, está la facilidad de obtener la materia prima que propone, pues la ganadería forma parte de los medios de vida de esos lares y una vaca puede proporcionar 30 litros de sangre al ser sacrificada.

Munro, que concibió esta idea para su tesis de fin de carrera, ganó con ella el premio al Mejor Proyecto de Diseño de graduación y la candidatura a la Medalla de Plata RIBA 2012. El siguiente paso es poner en práctica el invento; por eso está buscando financiación para construir una casa en el oasis de Siwa, en Egipto, mediante este sistema.

Vía: Co.Design

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