Florencia visita infinita

A pesar de no ser una ciudad especialmente grande, unos 370.000 habitantes, Florencia tiene tantos atractivos que hace falta visitarla una y otra vez para poder verla entera y, aún así, seguro que queda algún rincón que se nos pasa. Sólo con la nómina de iglesias tendríamos para semanas, no digamos si añadimos la de palacios.

Muchos de estos edificios están en el centro y son muy conocidos por concentrarse en las zonas más turísticas, alrededor de la emblemática piazza della Signoria o de la espectacular Catedral de Santa María de las Flores: ahí están las estatuas al aire libre de la Loggia dei Lanzi, la fachada inconfundible del Palazzo Vecchio, la frecuentada Galería de los Ufizzi, el multidisciplinar Ornsanmichelle, el abarrotado Ponte Vecchio, el Baptisterio y el Campanile que completan el conjunto catedralicio, el Hospital de los Inocentes con su pórtico de columnatas diseñado por Brunelleschi, etc.

Alejándose un poco de estos sitios sigue habiendo multitud de referencias inevitables para un turista, como tomarse un café en la plaza de la República, ver el Palazzo Strozzi, contemplar los lujosos escaparates de la Vía Tornabuoni, admirar la espléndida Biblioteca Laurenziana diseñada por Miguel Ángel, o, por insistir con el maestro, asombrarse ante el original del David que está en la Galería de la Academia.

Si seguimos una dirección centrífuga, otro lugar de visita inexcusable vuelve a tener a Miguel Ángel como protagonista: es la iglesia de la Santa Croce, donde yacen sus restos junto a los de otros genios como Galileo, Maquiavelo o Dante. Tampoco hay que olvidar la iglesia preferida por el artista, Santa María Novella, gótica por dentro y renacentista por fuera.

Pasando el río
a L’Oltrarno, es decir, más allá del Arno, aparecen la mole inmensa y almohadillada del Palacio Pitti, el «Versalles florentino», y la Capilla Brancacci. Y todavía quedará subir hasta la piazzale Michelangelo para obtener una panorámica de Florencia desde lo alto, perfecta para los que buscan la fotografía con mayúsculas.

Pues bien, por increíble que parezca, se quedan en el tintero docenas de lugares más en forma de templos, palacetes, sinagogas, museos, calles, puentes, capillas, claustros, mercados… Todos llenos de frescos y esculturas renacentistas o barrocas, realizadas por los mejores artistas de su tiempo, desde Fran Angélico a Rafael, pasando por Filipo Lippi, Botticelli, Masaccio, Guirlandaio, Ghiberti, Cimabue, Donatello, Ucello, Giotto, Cellini, además de los ya nombrados y los que debo omitir para no convertir esto en una enciclopedia.

Florencia es uno de esos sitios que no decepcionan a nadie. El ambiente renacentista está omnipresente, sea en versión Quattrocento o Cincqueccento: se respiran las luchas entre güelfos y gibelinos o la rivalidad entre los Médici y las demás familias; con suerte, un visitante puede toparse con un desfile cuyos participantes, ataviados a la usanza de entonces, hacen malabarismos con las banderas; y si se viaja en la fecha adecuada, en San Juan, se asistirá al Calcio Storico, un juego en el que los equipos que representan a los cuatro barrios medievales luchan -literalmente, pues es una rara mezcla de rugby y pelea- por ganar ¡un ternero!

Foto: Wikimedia

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