¿Es usted aficionado a la música? ¿Ha aprendido a tocar el violín? ¿Quiere que su instrumento suene como un stradivarius? Pues no necesita más que unos hongos. Es curioso que hoy hablemos de esto cuando ayer lo hacíamos de bacterias.

El profesor suizo Francis Scwarze ha descubierto que ciertos tipos de hongo de la madera actúan sobre ésta de forma que reducen su densidad sin debilitar la estructura, haciéndola conservar tanto su resistencia como su elasticidad. La cosa no parece nada excepcional pero si los luthiers lo aplican a la fabricación de violines cambia sustancialmente porque mejora notablemente sus propiedades sonoras.

Concretamente se trata del Physisporinus vitreus y del Xylaria longipe, cuya acción consiste en degradar las células de la madera con que se confecciona el violín, adelgazando las paredes pero manteniendo sus propiedades y la homogeneidad de sus estructura, de manera que las ondas sonoras se mueven igualmente a gran velocidad.

¿Y qué tiene que ver esto con Stradivarius? Antoni Stradivari fue un famoso fabricante de violines que vivió a caballo entre los siglos XVII y XVIII y dotaba a sus piezas de una calidad sonora excepcional, hasta el punto de que los que hoy quedan aún llevando su nombre valen un dineral. Su técnica siempre estuvo envuelta en cierto misterio y ahora el profesor Schwarze cree que se debía a las características climáticas de la región donde vivía Stradivarius, con largos inviernos y veranos frescos que daban a la madera las condiciones perfectas.

Los hongos proporcionarían el mismo resultado. De hecho, el profesor aplicó esa técnica a un violín construido por un colaborador, Michael Rhonheimer, que el virtuoso Matthew Trussler tocó, junto a su propio stradivarius, ante un jurado de expertos tras una cortina. La mayoría fueron incapaces de distinguir uno de otro.

Eso sí, la acción de los hongos no mejora las cualidades del intérprete. Si éste no es bueno da igual que tenga un stradivarius en sus manos.

Foto: Hakan Svensson en Wikipedia

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