Imagen: Marcos cortes troman en Wikimedia Commons

Hay un refrán que dice No hay mal que por bien no venga. Es algo que se puede aplicar casi al pie de la letra cuando se analiza el origen del actual Parque Natural de los Montes de Málaga, a finales del siglo XIX. Concretamente hay que situarse en el año 1877, cuando la filoxera, una plaga que había arrasado las viñas francesas, entró en España e hizo otro tanto con las de aquí. Algunas regiones consiguieron reponerse a base de tiempo y paciencia, pero otras tiraron la toalla y optaron por sembrar otras cosas; fue el caso de Málaga, que sustituyó las vides por olivos y almendros.

En realidad la producción de uva ya había desplazado previamente a la vegetación autóctona, así que pasó lo que suele ocurrir en casos así: el suelo quedó privado de su protección natural y en cuanto llegaron las lluvias torrenciales se produjeron corrimientos de tierra e inundaciones, algunas especialmente graves, como las sufridas en la primera década del siglo XX. Se imponía buscar soluciones porque no era admisible que una ciudad moderna resultara tan afectada -incluso hubo muertos- por el mal tiempo.

Así que, a lo largo de varias décadas, se aplicó un plan que incluía la canalización del río Guadalmedina, la construcción de varios embalses y la repoblación de los montes aledaños con pinos carrasco, alcornoques, encinas y quejigos. El resultado fueron 4.900 hectáreas verdes a escasamente 5 kilómetros de la ciudad que en 1989 fueron declarados Parque Natural. La abundancia de flora y fauna junto a un paisaje espléndido pasaron a ser un punto más de atracción turística de manera que no es descabellado decir que buena parte de los viajeros que abarrotan el aeropuerto de Málaga y que no se han acercado a este auténtico pulmón verde se pierden uno de los lugares más bonitos de la provincia. Distinto, eso sí, a las playas y los chiringuitos.

Los excursionistas tienen a su disposición una decena de itinerarios por los montes malacitanos para disfrutar al aire libre e intentar avistar algún animal salvaje, sea un águila en pleno vuelo o un jabalí semioculto en el sotobosque. Pero también aprenderán algo acerca del modo de vida tradicional de las gentes del campo. Para ello se puede visitar el Museo Antropológico, instalado en una antigua casa campesina de 1928 en la que se conserva su cocina original y su lagar para la elaboración del vino, además de la almazara para las aceitunas.

Las panorámicas desde el mirador del Cochino, la arquitectura monumental de Casabermeja y Colmenar, saltos de agua como el de Picapedreros, senderos como el de Torrijos que llevan hasta un lagar donde se ha instalado un Ecomuseo… Una amplia amalgama de visitas fascinantes que diversifican la estancia en Málaga. Y todo gracias a la filoxera.

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