El 3 de agosto de 1860 nació William Kennedy Dickson en la localidad francesa de Le Minihic-Sur Rance. Si apostara a que la mayoría de ustedes no tienen ni la más remota idea de quién era ese tipo me haría de oro; y para ser sincero, yo tampoco sabía su nombre hasta hace poco, aunque sí el del invento que le ha hecho entrar en la Historia. Se trata del kinetoscopio.
Dickson era un fotógrafo profesional con un objetivo bien claro en la vida: «Hacer para los ojos aquello que el fonógrafo hace para los oídos», es decir, crear un aparato que fuera capaz de proyectar reproducciones de escenas en movimiento real. Y como en esa época la palabra inventor era casi sinónimo de Thomas Alva Edison, nuestro protagonista decidió trasladarse a EEUU y trabajar con el genio del momento.
Precisamente Edison estaba estudiando el trabajo sobre el tema del británico Eadweard Muybridge, quien ya le había inspirado la idea del fonógrafo y fabricado un aparato denominado zoopraxiscopio en 1879. Consistía éste en un proyector de imágenes que al pasarse seguidas desde una pantalla giratoria formaban secuencias en movimiento. Algo muy similar a lo que se usaba para los dibujos animados hasta hace poco; de hecho, las imágenes eran pintadas y coloreadas a mano (y muchas aún se conservan).
El problema del zoopraxiscopio estaba en que sólo permitía proyectar animaciones de muy corta duración, las que cupieran en el cilindro, de ahí que no progresara mucho más. El principio de la solución llegó con la invención de la película de celuloide y la correspondiente cámara para usarla, el kinetógrafo. Sólo faltaba poder proyectarla para su visión y ésa fue la labor del kinetoscopio.
Fue, pues, un predecesor de los proyectores pero nada más, puesto que no servía para proyecciones públicas: consistía en una caja de madera con bobinas de película de 14 metros y 40 imágenes por segundo que sólo una persona cada vez podía contemplar a través de un visor situado en la parte de arriba, como si mirase por un microscopio. Por ello no tardaron en difundirse por ferias y parque de atracciones los kinetoscopios de pago, que funcionaban metiendo una moneda y permitían al usuario contemplar escenas teatrales, danzas, actuaciones musicales y otras cosas siempre que no duraran más de 20 segundos.
A finales del siglo XIX sus inventores le añadieron un sistema que permitía incorporar sonido sincronizado y, así, se podría decir que la primera película sonora fue una no comercial que llevó por título Dickson experimental sound film. Pero al intentar llevarlo a las salas de exhibición resultó un fracaso porque los proyeccionistas, dada su falta de práctica, no conseguían sincronizar adecuadamente imagen y sonido, así que aún habría que esperar unos años a la llegada del cine sonoro.
Dickson terminó separándose de Edison, que perdió interés por el tema, para seguir su propia carrera de inventor e ingeniero. Creó una productora llamada American Mutoscope and Biograph Company y llevó a cabo muchos rodajes hasta que también abandonó el cine y se convirtió en ingeniero eléctrico. Para entonces ya se había establecido en Middlesex, Inglaterra, donde fallecería en 1935 y pasaría a la Historia como uno de los pioneros del cine.