Todo un clásico, a pesar de su relativamente corta edad: millones de turistas pasan sus vacaciones en Cancún desde que un grupo de empresarios hoteleros decidieron convertir ese pequeño pueblo del estado mexicano de Quintana Roo, en la península del Yucatán, en una versión caribeña y aumentada de Acapulco.
Esto ocurrió a principios de los años setenta del siglo XX y desde entonces esta lengua de tierra paralela a la costa ha pasado de ser un lugar casi virgen a una macroconcentración de hoteles, restaurantes y centros comerciales distribuidos a lo largo del inacabable bulevar Kukulcán, que los autobuses urbanos recorren a velocidades vertiginosas.
La mayoría de los alojamientos son resorts tipo «todo incluido» pensados, sobre todo, para los turistas iniciales, los estadounidenses. Los propios mexicanos explican satíricamente que a los gringos les gusta pasar el día en el hotel, bañándose en la piscina o bajando, como muy lejos, a la playa (la mayoría de las habitaciones dan a la arena). Sin embargo, con el tiempo fueron llegando gentes de muchos otros sitios (las lunas de miel españolas, por ejemplo) y quien busque hacer algo más podrá elegir entre muchas cosas.
Aunque casi nadie lo sabe, en Cancún hay un Museo de Antropología e Historia y un yacimiento arqueológico maya, el de El Rey. Aunque, claro, resulta más atractivo contratar alguna excursión a Tulum, la única ciudad maya al borde del mar (muchos la visitan sólo por bañarse en la recoleta playa que hay al pie de las ruinas), o a Cobá, una enorme metrópoli de más de 70 kilómetros cuadrados en medio de la selva y desde cuya pirámide no se vislumbra más que un mar verde de densa selva. También se puede ir a la famosa Chichén Itzá, a Akumal o combinar varias en una jornada.
No obstante, quien prefiera algo más lúdico también tiene bastantes opciones. Es típico alquilar una lancha o un catamarán y acercarse a la cercana Isla Mujeres para hacer snorkel entre los arrecifes de coral, comer en plena playa, ver el pequeño pueblo y terminar practicando parapente con la propia vela de la embarcación. Algo más al sur está otra isla, Cozumel, el primer lugar que pisó Hernán Cortés en su expedición, que ahora es visitada por montones de cruceros y resulta ideal para practicar deportes náuticos.
Y la oferta no se queda ahí. Muchos visitantes de la zona, que incluye Playa del Carmen y la Riviera Maya (ambas, réplicas o continuaciones de Cancún), combinan alguna de las excursiones mencionadas a lugares especialmente diseñados para su entretenimiento y diversión; auténticos parques temáticos donde se puede bucear, remar, pedalear, deslizarse en tirolina, recorrer grutas subterráneas, nadar entre peces y mamíferos marinos y asistir de noche a espectáculos musicales en los que se representan desde el antiguo juego de pelota precolombino a tradiciones como los hombres voladores del Papantla, pasando por mariachis y bailes de todo el país. son sitios como Xcaret, Xel-Ha y Xplor.
En fin, que no hay que ver el Recipiente de Oro -eso significa Cancún- con prejuicios. Al fin y al cabo, a pesar de la imagen que se tiene, las playas son tan grandes que resultan muy tranquilas e incluso las tortugas marinas, generalmente tan tímidas, salen del agua durante la noche a desovar delante mismo de los hoteles.
Foto: Mardetanha en Wikimedia