En 1819 un grupo de soldados británicos de servicio en la India disfrutaban de una tranquila jornada de caza cuando fueron a internarse en una zona boscosa de los montes Indhyagiri, en el actual estado Maharashtra. Era el fondo de una hondonada originada por el río Wagura y rodeada de paredes de piedra que permanecían medio ocultas por la vegetación.

Pero al acercarse descubrieron que aquellos farallones estaban horadados por varias entradas monumentales, adornadas con columnas y balaustradas. Acababan de descubrir las Cuevas de Ajanta.

Foto Rolf Süssbrich en Wikimedia Commons

Se trata de 29 grutas artificiales, excavadas en la roca, que habían servido como monasterios o templos budistas, desde su creación en el siglo II a.C hasta el VIII d.C. Unas 25 servían de vivienda (viharas, en sánscrito) y otras 5 de lugar de oración o reunión (chaityas), diferenciándose en que las primeras solían tener un porche sostenido por pilastras mientras que los segundos se hallaban más profundamente en la caverna.

Foto Jonathanwhite en Wikimedia Commons

Con ser sorprendentes estas cuevas, aún van un paso más allá cuando se contempla el interior, recubierto de relieves, esculturas y, sobre todo, pinturas al fresco representando episodios de la vida de Buda en sus cuatro jatakas (encarnaciones) y el llamado Ciclo de Ajanta, de estilo gupta. El valor de estas obras de arte, deterioradas por el exceso de turismo, se multiplica al ser anteriores a la reforma estilística impuesta por el hinduismo posteriormente.

En 1983 fueron declaradas Patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

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