Pintura malaria

Como sabrán, una de las grandes epidemias que azotan África -entre otros sitios- es la malaria, una enfermedad que se contrae a través de la picadura del mosquito anofeles y que, a pesar del paso de los años, de las investigaciones y de cierta concienciación internacional, sigue plenamente candente porque no parece haber forma de encontrar una vacuna definitiva.

Únicamente se pueden adoptar medidas parciales y/o preventivas, como la fumigación, usar mosquiteras, tomar lo que se llama profilaxis de la malaria (unas pastillas de quinina que se administran a quienes viajen a regiones potencialmente peligrosas) o, si me permiten la broma, el método que aplicaban los exploradores decimonónicos: tomar gintonics (por la quinina de la tónica).

Pero, hace una década, una científica española le echó imaginación e ideó algo tan insólito como revolucionario para paliar la enfermedad: una pintura especial entre cuyos componentes hay unas microcápsulas poliméricas con insecticida. Se aplica en las paredes y automáticamente va liberando ese efecto plaguicida de forma lenta pero constante durante años -ésa es la ventaja frente a las fumigaciones normales- sin que tenga efecto en el ser humano, eliminando y esterilizando las puestas de mosquitos y otros insectos transmisores.

Se llama Inesfly y no sirve sólo para la malaria sino para todas los males oroginados por picaduras: dengue, chagas… Su inventora, la doctora Pilar Mateo Herrero, preside la Fundación Ciencia y Conocimiento en Acción, que acaba de crear una fábrica de pintura y un laboratorio en Ghana en colaboración con un grupo internacional. El proyecto Inesfly África suministrará pintura a todo el continente, desarrollará diversas iniciativas sociales y dará trabajo a un buen número de empleados.

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