
Este mes de junio, con dos semanas exactas de diferencia, se celebra una doble efeméride: el nacimiento y muerte de Jacques Yves Cousteu. A los más jóvenes apenas les sonará el nombre y, si acaso, lo relacionarán con alguno de sus hijos o nietos, continuadores de su labor; pero para una generación mayor el apellido Cousteau va estrechamente ligado al legendario programa Mundo submarino, que TVE emitía cuando aún no existían las cadenas privadas.
El comandante Cousteau forma una terna inolvidable para los chicos de entonces junto a Félix Ródríguez de la Fuente y David Attemborough. Hoy en día hay multitud de canales que emiten documentales sobre la naturaleza, por no hablar de Internet, pero entonces los programas de estas auténticas estrellas mediáticas congregaban a mucha gente ante la pequeña pantalla en espera de ver al águila llevándose un carnero de lo alto de un risco o una manada de leones cazando una cebra.
En el caso de Cousteu, la atención se centraba en el fondo de los océanos: tiburones, ballenas, barcos naufragados, corales… Inolvidables expediciones a bordo del Calypso -paradójicamente, un dragaminas reformado- con una tripulación en la que seducía el ambiente de camaradería y que solía terminar cada capítulo brindando, bebiendo y esperando la llegada del huracán de turno.
Su comandante, que nació en Francia tal día como hoy de 1910, se graduó en la Academia Naval y pasará a la Historia no sólo por su labor oceanográfica (descubrimiento de nuevas especies, hallazgo de pecios perdidos), su defensa del medio ambiente (mención especial para la Antártida) y su labor para la televisión, sino también por haber inventado la escafandra autónoma (o sea, el sistema actual para hacer submarinismo, con botellas, frente al clásico traje de buzo) y adaptar las cámaras fotográficas a su uso bajo el agua, entre otros muchos ingenios y técnicas más.
Cousteau, aquel hombre enjuto, de apariencia risueña y aspecto inconfundible gracias al característico gorro rojo que siempre llevaba, recibió todo tipo de premios y reconocimientos (incluida la Legión de Honor) y dejó un imponente legado al morir, el 25 de junio de 1997, a los 87 años de un paro cardíaco. Resulta inevitable hacer un símil entre su fallecimiento y los títulos de sus obras cinematográficas más famosas, las que le dieron fama y que ganaron -en algún caso- el Óscar de Hollywood y la Palma de Oro de Cannes: El mundo del silencio, El mundo sin sol y Viaje al fin del mundo.
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