Thor Heyerdahl fue un biólogo marino noruego que no hizo fortuna en su especialidad sino en una curiosa mezcla de antropología, historia y aventura, alcanzando tal fama que cuando falleció de cáncer en 2002 se le dedicó un funeral de Estado en su país.

Tras un par de viajes zoológico-etnológicos al Pacífico y Canadá y combatir en la II Guerra Mundial, en 1947 tuvo la idea de construir una balsa siguiendo técnicas artesanales típicas de América del Sur y navegar en ella desde Perú hasta el arrecife Raroia, en la Polinesia Francesa, con la intención de demostrar que los primitivos pobladores del continente pudieron haber hecho ese viaje con anterioridad y colonizar el Pacífico.

O sea, Heyerdahl proponía lo contrario de lo que opinaban los expertos. De hecho nunca consiguió convencerlos porque, si bien logró llegar a su destino (aunque contando con una radio e instrumentos náuticos, por si acaso), eso sólo demostraba que era una posibilidad, no que así hubiera ocurrido. Es más, los análisis genéticos demuestran que se equivocaba, pero a él debió de darle igual porque publicó un exitoso libro y la película que rodó de su experiencia le permitió ganar un Óscar al Mejor Documental en 1952.

La embarcación fue bautizada Kon Tiki, que era el nombre original del dios inca Viracocha; medía 13,7 metros de eslora, estaba fabricada con troncos de balsa y pino, y se desplazaba aprovechando el viento y las corrientes marinas gracias a una gran vela cuadrada, siendo gobernada por una tripulación de 6 hombres. Hoy se puede contemplar en el Museo Kon Tiki que se abrió en 1950 en honor de Heyerdahl y que está en la península Bygdoy de Oslo (Noruega).

Es la pieza más espectacular pero no la única. El pseudoantropólogo descubrió un filón en ese terreno y organizó otras expediciones similares. La más estrambótica, en 1970, pretendía demostrar que los egipcios pudieron atravesar el Atlántico y llegar al Caribe. Para ello construyó una nueva balsa, esta vez de papiro y siguiendo las técnicas que se usaban en el país norteafricano en tiempos de los faraones. El resultado fue la Ra, que, tras hundirse en su primer intento, tuvo que ser sustituida con éxito por la Ra II, hoy en día también expuesta en el museo.

8 años más tarde aún seguía insistiendo en el tema y concibió la Tigris para demostrar las conexiones comerciales entre las civilizaciones del Valle del Indo y las mesopotámicas. Esta vez él mismo le prendió fuego en Yibuti para protestar contra la guerra de Eritrea.

Lógicamente, el museo tiene una colección de modelos de embarcaciones primitivas de todo el mundo. También hay una importantes sección dedicada a la isla de Pascua, tema recurrente en los años setenta que Heyerdahl no dejó escapar, teorizando sobre los contactos insulares con el cono Sur americano antes de la llegada de los marinos europeos. De la isla se encontrarán piezas conseguidas en sus excavaciones arqueológicas, las primeras que se hicieron allí, incluyendo una réplica de un moai.

Y se completa con secciones de otras expediciones (Fatu Hive, Túcume…), la recreación de 3 cuevas y un tiburón ballena de 10 metros, además de tienda y cine. La tarifa es de 6 euros, 3 para los niños.

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