Verona fue un punto estratégico fundamental en tiempos romanos por su ubicación geográfica, en la zona central del norte de la península itálica (justo donde empieza la bota), donde se cruzaban las 4 vías consulares: Gallica, Augusta, Postumia y Vicum Veronesium. Sin embargo el renombre de esta ciudad, hoy de tamaño medio y cuna del escritor Emilio Salgari, el pintor Paolo Veronés y el músico Antonio Salieri, llegó después, cuando William Shakespeare escribió uno de sus dramas más conocidos: Romeo y Julieta.
Porque, si bien ya existían algunas versiones anteriores firmadas por Luigi della Corte y el obispo francés Bandello, fue el escritor inglés el que dotó al relato de la emoción y sentimiento que lo hicieron famoso y lo convirtieron en una obra maestra de la literatura universal. De ahí que, en la actualidad, decenas de miles de turistas visiten Verona y, más concretamente, la Casa de Giulletta.

Una casa que, en realidad, no tiene nada que ver con esa historia. Primero, porque la veracidad de los amantes es más que dudosa: aunque sí parece que hubo una pareja de amantes hacia 1303 y Dante Alighieri sitúa a los Montesco y los Capuleto en el Purgatorio de La divina comedia, lo más probable es que en realidad el enfrentamiento dinástico fuera una metáfora del político entre los dos grandes partidos de aquellos tiempos, los güelfos y los gibelinos, todo el día a palos.
Segundo porque el edificio perteneció a los Capello, que todavía dan nombre a la calle donde se alza, en el número 27, cerca de la Piazza delle Erbe. Y tercero, el famoso balcón donde los amantes se declaran es un añadido que Antonio Avena incorporó a principios del siglo XX imitando el estilo gótico.

Pero nada de esto detiene a los turistas (ni a los novios que desde 2009 pueden celebrar allí su boda), que acuden a esa dirección deseosos de ver el emblemático escenario y hacerse la foto tocando el pecho izquierdo de la estatua de bronce que reproduce a Julieta, tradición que proporciona, dicen, ser favorecido en amores o regresar alguna vez a Verona. Y, sí, de paso también contemplarán el mobiliario de época, los frescos de las paredes representando escenas del drama, vestuario típico del siglo XIV y un narrador contando los hechos.
Tampoco arredra a los románticos que cada año inundan la casa con sus cartas de amor enviadas de todas partes del mundo y en todos los idiomas. Se exponen en las paredes del pasadizo que da al patio, renovándose un par de veces al año: la víspera de San Valentín y el 15 de septiembre, fecha del presunto cumpleaños de Julieta. Estaba previsto colocarlas todas en un museo. Por cierto, el Club de Romeo y Julieta se ocupa de contestarlas, además de organizar encuentros de amantes y un concurso literario de epístolas románticas.
Menos conocidas son la Casa de Romeo, que también la hay, y la Tumba de Julieta, ubicada en el convento capuchino de las afueras de la ciudad y consistente en gran sarcófago de mármol rojo, vacío y abierto al público.
Foto: Lo Scagliero en Wikipedia
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