Descubren plantas africanas que resucitan con el agua

Imagen: ju Irun en Pixabay

Al menos eso es lo que parece a simple vista. Pero en realidad lo que ocurre es que estos vegetales no mueren sino que entran en una especie de estado de hibernación que, aunque mustios, los mantiene vivos con sus funciones vitales al mínimo; algo parecido a lo que producía la catalepsia en los seres humanos hasta que se descubrieron los electrocardiogramas. Luego, cuando llega el liquido, reviven y se muestran de nuevo lustrosos.

Este curioso fenómeno fue descubierto en los años setenta por un científico australiano llamado Don Graff que lo describió en un artículo, pero pasó desapercibido para la comunidad científica y cayó en el olvido hasta que ahora ha sido recuperado por Jill Farrant, catedrática de Fisiología Molecular de Plantas del Departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de El Cabo. Con un curioso guiño además, pues ella también estuvo clínicamente muerta durante una hora por una hemorragia cerebral.

Farrant se percató de la existencia de esas plantas cuando era pequeña, en su granja de Sudáfrica, y, tras leer el citado artículo, se dedicó de lleno a la cuestión, centrándose en buscar el gen que permite a lo que llama «plantas de resurrección» reaccionar así ante la deshidratación. Si lo encuentra y consigue aplicarlo a especies de cultivo podría paliar el problema de las sequías e incluso sacarle usos médicos.

África es uno de esos continentes que no paran de deparar sorpresas en el ámbito científico. La última es el descubrimiento de que ciertas plantas de este continente tienen la capacidad de resucitar cuando reciben agua después de un prolongado período de sequía. A veces hasta 6 meses más tarde.

Sus trabajos le han valido el premio L’Oreal-UNESCO La Mujer y la ciencia que se entrega cada año a 5 científicas, una de cada continente que aporten una mejora de las condiciones de vida en la Tierra (las otras 4 fueron la neuróloga australiana Ingrid Scheffer, la médica británica Frances Ashcroft, la genetista mexicana Susana López, y la epidemióloga estadounidense Bonnie Bassler).