Aunque acaba de terminar -estuvo medio año-, supongo que en breve se expondrá en otro sitio, así que merece la pena echar un vistazo a la curiosa instalación artística montada por el estudio de arte de Tomás Saraceno, de Frankfurt, en el Hamburger Bahnhof, el Museo de Arte Contemporáneo de Berlín.

Se titulaba Cloud cities y pretendía dar una visión de la arquitectura desde una perspectiva ecológica, así como ilustrar los diferentes caminos con que se abre paso la vida. Para ello, Saraceno recurrió a uno de sus motivos favoritos, las burbujas, suspendiendo varias de enorme tamaño de una trama de cables que asemejaba una colosal telaraña. Con ello, decía, recordaba que la propia Tierra flota en la galaxia.

Las burbujas gigantes están hechas de plástico transparente, de manera que no sólo se pueda ver su interior, donde se han colocado algunas plantas y luces, sino a través de ellas. ¿Con qué fin? Pues porque están concebidas para que desde el suelo se pueda contemplar a los visitantes que decidan, si lo desean, meterse dentro o rodar sobre la parte superior de su superficie.

El acceso se facilita con escaleras -sólo hay que descalzarse para no rasgar el material- y se supone que abre paso a una experiencia relajante que retrotrae mentalmente a cuando estábamos en el útero materno.

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