La llegada de la primavera se celebra en casi todas partes con fiestas y ceremonias diversas pero, con toda seguridad, en ningún sitio de forma tan inaudita como en Japón; al menos para los ojos occidentales. La entrada de la nueva estación significa el florecimiento de los cerezos y el crecimiento de las cosechas, por lo que el concepto de fertilidad flota en el ambiente. Y ¿qué mayor símbolo de eso que los órganos sexuales?
Así que el pasado 15 de marzo la ciudad japonesa de Komaki (cerca de Nagoya) vivió otra edición de su Honen Matsuri o Festival de la buena cosecha, un evento que consiste en una procesión, mezcla de religión sintoísta y fiesta, en la que no falta el inevitable mikoshi. Un mikoshi es una capilla portátil con aspecto de templete que se lleva en andas, igual que los pasos de Semana Santa. La originalidad de éste, hecho de madera y que dejaría estupefacto al visitante, es que tiene la forma de un enorme pene (2,50 metros de longitud y 280 kilos de peso).
Se traslada del templo de Shimei Sha, símbolo masculino, al de Tagata Jinja, símbolo femenino, donde se procede al rito Mochi Nage o lanzamiento de arroz a la multitud para atraer la fertilidad, ya que todo se hace en honor de la deidad de ésta, Takeinadane-no-Mikoto. que proporciona fertilidad a las mujeres y vigor a los hombres.
Pero hay otros lugares donde se viven festejos similares. Por ejemplo, el primer domingo de abril llega a la localidad de Kawasaki el Kanamara Matsuri, que traducido significa Festival del falo de metal. El nombre proviene de una leyenda del siglo XVI: cuenta que un monstruo de afiladas mandíbulas se escondía en la vagina de una mujer, castrando a 2 de sus sucesivos maridos; todo se solucionó cuando el tercero encargó que le fabricaran un pene de acero.
En este caso, la procesión va al mismo templo al que antaño acudían las prostitutas para pedir protección contra las enfermedades venéreas. Hoy, en cambio, Takeidane-no-Mikoto proporciona fertilidad, virilidad, buena fortuna y felicidad a familias y matrimonios.
Y aún hay una vuelta de tuerca más al tema porque un par de semanas antes, el segundo domingo de marzo, el santuario Ogata de Himenomiya acoge un festival similar, el Ososo Matsuri, pero dedicado a la vagina, con omnipresencia de mikoshis, dulces, escultura, láminas, camisetas y merchandising variado con ese motivo, tal cual pasa con los penes de los otros matsuris.
Lo más curioso de estos eventos, que atraen a cientos de miles de turistas, es la amplia representación de edades entre los participantes: puesto que los dones solicitados (vigor, fertilidad, salud en general) vienen bien a todos, es habitual que niños y ancianos se sumen a la fiesta y se hagan fotos tocando, besando, subiéndose encima de los símbolos en cuestión o degustando delicias con esas formas. Decididamente, Japón is different.