Imagen: iDaimlerChrysler AG en Wikimedia Commons

Uno de los caprichos por excelencia de los futbolistas estrella o de los millonarios excéntricos (¿o son lo mismo?) es coleccionar coches. Cuanto más caros, mejor. Pero sólo 140 personas han tenido acceso a éste de modelo de la foto, no sólo por su precio -unos 60.000 euros- sino también porque no está homologado para circular por vías públicas, con lo cual no se puede presumir.

Y, sin embargo, si yo pudiera permitirme elegir no lo dudaría. Se trata del Patentwagen, el automóvil que creó Karl Benz allá por el año 1886. No el original, claro, que ya no existe, sino una réplica exacta de la que se han hecho 140 unidades… y ya están todas vendidas. Los compradores podrán presumir de haber adquirido no un último modelo sino un primero.

Benz utilizó una estructura de tres ruedas claramente inspirada en los carruajes de la época -aunque por primera vez se usaba una autónoma en vez de adaptada-, a la que incorporó un motor de combustión con un cilindro de 954 c.c. La potencia desarrollada, 0,7 CV, transmitía el movimiento a las ruedas mediante una cadena como las de las bicicletas -triciclos, en este caso-, permitiendo alcanzar la vertiginosa velocidad de 16 kilómetros por hora.

El volante es un simple manubrio y al lado del asiento del conductor -que parece del postillón de una calesa- hay una palanca que permite avanzar o frenar, según se mueva. Por supuesto, ni pensar en marcha atrás: si los caballos no iban de espaldas ¿por qué lo iba a hacer una máquina? Claro que los conceptos aún de habrían de evolucionar mucho: 2 años después la esposa de Benz recorría con este coche el trayecto entre Mannheim y Phorzheim, el primero considerado ¡de larga distancia!

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