Si hay un medio de transporte que conserva el encanto de viajar a la antigua, en plan aventurero y recordando otros tiempos, es el ferrocarril. Y no hablo precisamente de la Alta velocidad. El Orient Express, el Transiberiano, el Tren de la Fresa, el Transcantábrico… Todos tienen como denominador común la recuperación de viejas líneas, ahora por motivos turísticos y recuperando, en la medida posible, trenes de época.
Precisamente acaba de llegar la noticia de que Argentina se suma a este original club con el llamado Viejo Expreso Patagónico, popularmente conocido como La Trochita. Nació a raíz de un ambicioso proyecto gubernamental de 1908: la creación de una red ferroviaria por la Patagonia, un vasto territorio casi vacío donde las poblaciones vivían prácticamente aisladas. Pero las dificultades económicas derivadas del estallido de la Primera Guerra Mundial impidieron el desarrollo previsto y apenas se pudieron construir un par de líneas.
La Trochita operaba una de ellas, reciclada en versión turística cuando se generalizó lo de las vacaciones y el escritor Paul Theroux la inmortalizó en su novela El viejo Expreso Patagónico: los 36 kilómetros que unen la localidad de Esquel, en la provincia de Chubut, con Nahuel Pan, la primera parada. Un trayecto de ida y vuelta que dura alrededor de medio día a una velocidad de 45 kilómetros por hora y utilizado, básicamente, por turistas.
Sin embargo, ahora el itinerario se extenderá 405 kilómetros, hasta Ingeniero Jacobacci, en la provincia de Río Negro. El motivo es el 67º aniversario de su puesta en marcha y el objetivo, integrar las economías regionales, además de la conservación del patrimonio, ya que este tren fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1998.
La Trochita es un ferrocarril de vía estrecha (o de trocha angosta, como dicen allí) que utiliza las locomotoras Baldwin y Henschel & Son compradas en Europa y EEUU tras la Gran Guerra, y que los técnicos han mantenido en buen estado por su cuenta. Los pequeños vagones que arrastra, belgas, de madera y construidos en 1922, no son precisamente un modelo de comodidad pero ahí está la gracia del asunto: en viajar a la antigua, teniendo los propios pasajeros que echar leña a la salamandra (estufa) para afrontar las bajas temperaturas invernales de la Patagonia.
A cambio, tendrán algún espectáculo musical y la contemplación de un paisaje espléndido: la estepa patagónica y la cordillera Chubutense. Además, en Nahuel Pan aún viven descendientes de los indios mapuches, que a su actividad ganadera suman la venta de artesanía tradicional y la celebración de eventos folklóricos. También se puede visitar la antigua estación dentro del Paseo Ferroviario, cuyo coste es de 180 pesos (menores de 5 años gratis).
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.