Imagen: Wong T-Wei en Wikimedia Commons

Como ya sabrán muchos lectores, los mangas y animes (dibujos animados) son una auténtica pasión en Japón, donde montones de editoriales publican volúmenes cada día y se leen habitualmente en el Metro. De ahí la divulgación que han llegado a alcanzar algunas series y películas. Pero si hablamos de Hayao Miyazaki se trata de palabras mayores.

Miyazaki es el autor de filmes de culto, como El viaje de Chihiro, La princesa Mononoke, El castillo ambulante, Porco Rosso o Ponyo en el acantilado, entre otras. Un maestro casi reverenciado que en 1985 fundó su propio estudio junto a otro genio, Isao Takahata. Lo llamaron Ghibli, nombre italiano de un viento del Sáhara, porque esperaban llevar nuevos aires a la animación.

En efecto, lo hicieron, aunque la razón de explicar esto aquí está en que el éxito permitió a Miyazaki volcarse en otro proyecto; un parque temático de su particular mundo dibujado. Así nació, en 2001, el Museo Ghibli. Está situado dentro de otro parque, el Inokashira Onshi (1-1-83 Shimorenjaku) de Mitaka, una zona del oeste de Tokio. Se llega fácilmente desde la estación de ferrocarril, siguiendo las indicaciones, a lo largo de la ribera del río.

38 millones de euros se invirtieron en unas obras que duraron año y medio y que al final permitieron inaugurar 17.000 metros cuadrados divididos en varias áreas que harán las delicias de los fans. El propio Miyazaki lo diseñó, aportando los elementos mágicos que le caracterizan, como puertas más pequeñas de lo normal -pensadas para los niños-, fósiles aflorando entre los ladrillos de las paredes o una réplica a tamaño natural (5 metros de altura) del robot de El castillo en el cielo.

5 salas son para la exposición de la colección permanente, en la que se muestra todo lo relativo al proceso de creación de una película de dibujos: técnicas, ingenios, bocetos, etc. También hay una sala dedicada a exposiciones temporales, generalmente monográfica sobre algún film. Hablando de films, el Cine Saturno, con un aforo para algo menos de un centenar de personas, proyecta periódicamente una serie de cortometrajes exclusivos, no comercializados.

Luego, por una escalera helicoidal, se puede salir a la terraza, donde está el mencionado robot (lamentablemente no dejan hacer fotos en todo el recinto) o subir al Gatobús, peluche gigante que recrea el personaje de Mi vecino Totoro. Y la visita finaliza por la tienda Mamma Aiuto (merchandising de todo tipo) y la cafetería Sombrero de paja.

Las entradas cuestan 1.000 yens para adultos (algo menos de 10 euros), aunque las de niño dependen de la franja de edad (700 yens de 13 a 18, 400 de 7 a 12 , 100 de 4 a 6 y gratis para menores de 4). Sin embargo, un aviso: no hay taquilla; se compran en máquinas expendedoras en las tiendas de una cadena comercial o con agencias de viaje, y para una fecha concreta.

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