Seguro que más de uno se sorprenderá de saber que el pueblo almeriense de Líjar estuvo oficialmente en guerra con Francia hasta 1983. Y lo curioso es que no fue algo motivado por la Guerra de la Independencia, como se pudiera pensar, sino por un incidente en el que se vio envuelto el rey Alfonso XII por su propia torpeza.
El año 1883 empezó mal y se reveló como enormemente turbulento en España. A pesar de que el monarca era bastante popular y de que el sistema de turnos en el Gobierno ideado por Cánovas funcionaba, no faltaron disturbios en Barcelona, una insurrección de las organizaciones anarquistas La Mano Negra y El Tribunal Popular (con la consiguiente represión en forma de ejecuciones), la sublevación republicana de dos regimientos en Badajoz (fracasó y huyeron a Portugal) y varios brotes violentos más en Burgos y la Seo de Urgell.
En ese contexto, el ejecutivo de Sagasta, al borde de la crisis, autorizó un viaje de Alfonso XII a Alemania para rubricar un tratado comercial entre ambos países. Fue un error porque el rey era un convencido germanófilo (su mujer era austríaca y él mismo había estudiado en el famoso colegio Theresianum) y aceptó entusiasmado asistir a las maniobras anuales del Ejército Alemán, recibiendo del káiser Guillermo el nombramiento de coronel honorario del 15º Regimiento de Ulanos.
Hasta ahí, nada extraordinario. El problema fue que en un banquete Alfonso hizo unas imprudentes declaraciones en las que ofrecía a los teutones su solidaridad en un hipotético conflicto con Francia. Dado que ésta acababa de ser derrotada por Alemania en Sedán -lo que provocó la caída de Napoleón III-, se armó un escándalo tal que el propio Bismarck tuvo que matizar diplomáticamente las palabras del rey.
Para colmo el 29 de septiembre, de regreso en tren hacia España, había que hacer una parada en París y a Alfonso XII no se le ocurrió otra cosa que presentarse vistiendo el uniforme de ulano. Ante el bochorno del gobierno galo, que había ido a recibirle, la multitud de curiosos prorrumpió en violentos abucheos e insultos… lo cual provocó la indignación popular en España. Hubo manifestaciones antifrancesas y se apedreó la embajada, aunque poco después ambos gobiernos se pidieron disculpas mutuas y zanjaron la cuestión.
Sin embargo, quedó una cosa pendiente. El 14 de octubre de 1883 el Ayuntamiento de Líjar había dictado un bando declarando la guerra al país vecino y se mantuvo vigente durante un siglo y 16 días, hasta que el 30 de octubre de 1983 el consistorio almeriense y el cónsul francés firmaron la paz «tras cien años de guerra incruenta», como recuerda hoy una placa conmemorativa.
Imagen: Alfonso XII con uniforme germano (dominio público en Wikimedia Commons)
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