Aunque la causa directa que llevó a Abraham Lincoln a declarar la guerra a la Confederación de Estados del Sur fue la secesión unilateral de éstos (da ahí el nombre Guerra de Secesión) resultaba evidente que la cuestión de los esclavos fue decisiva. El Norte presionaba indisimuladamente para abolir aquel sistema arcaico pero práctico y sustituirlo por otro industrial mientras el Sur se resistía a abandonar su modo de vida tradicional.
En esa coyuntura no faltaron roces entre ambas partes que, a la postre, fueron cargando más la tensión. Uno de ellos fue el llamado Ferrocarril Subterráneo, una organización que ayudaba a esclavos a huir hacia los estados del norte. Otro, más sangriento y cuya influencia en el estallido final del conflicto nunca se podrá determinar con seguridad, el asalto al arsenal de Harper’s Ferry que protagonizó John Brown.
Brown era un granjero sin apenas formación convertido desde joven en abolicionista radical con el apoyo que siempre presta a estas cosas el fanatismo religioso. Hacia 1847 ya tuvo la idea de asaltar Harper’s Ferry, tranquila ciudad de Virginia en la frontera con el norteño estado de Maryland, y repartir las armas conseguidas entre los negros para facilitar un levantamiento general (incluso pretendía darles lanzas). El plan no pasó de la fase teórica pero sí organizó una guerrilla, llamada Guardianes de la Libertad, que protagonizó un salvaje suceso: el ataque a varias casas de Pottawatomie asesinando a sablazos a los miembros masculinos de una familia esclavista.
El grupo siguió operando pero con menos frecuencia porque Brown se dedicó a buscar financiación entre las clases pudientes del Norte. Cuando reunió el capital necesario, recuperó su antigua idea de asaltar Harper’s Ferry. Reclutó 18 incondicionales y la noche del 19 de octubre de 1859 consiguió llevar a cabo la operación con éxito. Incomprensiblemente, en vez de cargar las armas y huir a las montañas para levantar fortificaciones como estaba previsto, se quedó atrincherado en el arsenal; quizá se sentía confiado por los rehenes que tenía.
El caso es que pronto se dio la alarma y un destacamento militar mandado por el coronel Robert E. Lee (el que luego sería el general más famoso del ejército del Sur) sitió el lugar. Brown, imbuido de su providencialismo religioso, se negó a rendirse y los soldados tuvieron que tomar el lugar al asalto. En la refriega los abolicionistas sufrieron diez bajas, entre ellos dos de los hijos de Brown, e incluso éste resultó herido.
Juzgado y condenado por traición, se le ahorcó en Charlestown. Su espíritu trascendió, sin embargo, no sólo porque en menos de 2 años empezaba la Guerra Civil sino porque las tropas del Norte acudían a la batalla cantando un himno en el que la letra tenía la figura de John Brown como protagonista.
Imágenes: Wikimedia Commons
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