Viéndola desde abajo, a ras de tierra, Ayers Rock parece realmente una gigantesca concha de tortuga, así que no es de extrañar que los aborígenes australianos identificaran este batolito de arenisca con un colosal quelonio cuyas grietas explicaban por la pelea con otros seres enormes según la Tjukurpa, su mitología.

Sin embargo, vista desde el aire pierde similitud porque podemos comprobar que su forma es más bien de media luna.

Pero para eso hace falta sobrevolar la roca, puesto que las dimensiones son considerables: si bien no es especialmente alta, 348 metros, su contorno mide 9 kilómetros. No digamos ya si nos ponemos a escarbar un poco, pues, al igual que los icebergs, la mayor parte queda bajo tierra con 2.500 metros.

Ayers Rock | foto kengriffiths.live.com en depositphotos.com

Cosas de la erosión, ya que Ayers Rock es la única cima que aflora de una cadena montañosa subterránea, junto con la vecina Kata Tjuta (a unos 25 kilómetros de distancia, al fondo de la foto), originada hace 900 millones de años.

El explorador William Gosse y su guía Jamran (que, curiosamente, era afgano), la descubrieron en 1873, bautizándola con el nombre del primer ministro australiano Henry Ayers. Pero los pueblos Anangu que habitaban el territorio del Norte, los Yankunytjatjara y Pitjantjatjara, la conocían como Uluru.

El Gobierno les devolvió la propiedad de la tierra en 1985 y una década después creaba un Parque Nacional al que llamó Uluru-Kata Tjuta en su honor. Desde 1987 es Patrimonio de la Humanidad. Quizá tengas suerte y encuentres vuelos baratos para visitarla.


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