Dado que el western es el género cinematográfico por excelencia -como literatura no existía más que en EEUU-, que probablemente tenga el mayor porcentaje de obras maestras respecto a películas rodadas y que John Ford es uno de mis directores favoritos, es inevitable hablar de Monument Valley, el decorado por excelencia del cine del oeste.
No es un valle en sentido estricto sino una meseta situada entre Arizona y Utah a 1.700 metros de altitud y excavada a lo largo de 50 millones de años por el río Colorado, de cuya acción erosiva, reforzada por el viento, quedan esas fantásticas formaciones rocosas de arenisca rojiza. En total 372.000 kilómetros cuadrados a los que se accede por la ruta 163 y que, pásmense, eran considerados un lugar feo y sin mayor interés hasta que famoso cineasta decidió rodar allí La diligencia (Stagecoach) en 1939.
Desde entonces volvió en muchas ocasiones más para hacer Centauros del desierto (The searchers, 1956) y, entre otras, su famosa trilogía de la Caballería: Fort Apache, 1948; La legión invencible (She wore a yellow ribbon), 1949; y Río Grande, 1950. Monument Valley quedó así descubierto para el cine y otros directores también rodaron -y siguen haciéndolo- allí.
Algo que le viene muy bien a los indios navajo, que tienen en ese paraje una reserva desde 1868 (aunque en las películas hagan de apaches) y ven incrementados los ingresos que proporciona el Monument Valley Navajo Tribal Park, cuya entrada cuesta 2,50 dólares, dinero que se suma a la venta de artesanía tradicional. En este parque se obtienen las mejores vistas, como las que ofrecen los cerros más conocidos: East Mitten, West Mitten, Merrick Butte y Mitchell Mesa. A un mirador se le puso el nombre de John Ford Point.
No obstante, desde el centro de visitantes parte un camino de tierra de 27 kilómetros que serpentea entre los farallones permitiendo ver el paisaje casi completo. Eso sí, es conveniente usar un 4 x 4 -se alquilan con guía por 3 horas al precio de 15 dólares- a no ser que se prefiera sobrevolarlo en helicóptero o, lo mejor de todo, recorrerlo a caballo como lo hicieron John Wayne y Henry Fonda.
Desplazándose 48 kilómetros al norte se llega al Valley of the Gods, un sitio muy parecido pero menos concurrido y gratuito, incluyendo la posibilidad de hacer acampada (aunque también hay alojamientos normales). Se llega por una carretera desde un pueblo llamado Mexican Hat, que debe su nombre a una peculiar roca con esa forma. En este otro valle está el mirador más espectacular, colgado sobre el vacío a cientos de metros de altura.
Foto: The AE of LA en Wikipedia
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