Los leones, disecados, en el Museo de Historia Natural de Chicago/Imagen: Superx308 en Wikimedia Commons

Entre marzo y diciembre de 1898 un par de leones fueron capaces de obstaculizar las obras del tendido ferroviario que el Gobierno británico intentaba establecer entre Mombasa (Kenia) y Kampala (Uganda) para unir esta última con el mar. La construcción de un puente sobre el río Tsavo era fundamental para que funcionara aquella que línea que terminó conociéndose con el sobrenombre de Tren Lunático, no sólo porque fuera hacia la tierra de las Montañas de la Luna sino también por lo demencial que resultó todo.

El teniente coronel John Henry Patterson, ingeniero militar encargado de hacer el puente, se encontró con un problema inesperado: una pareja de fieros leones que atacaban periódicamente a los obreros indios sembrando el terror entre ellos. La situación fue desesperante porque todos sus intentos por frenar aquella sangría fracasaron; nada parecía poder detener a los animales, que pronto adquirieron la fama de ser sobrenaturales, algo agravado por la mitología local que los identificaba como encarnaciones de guerreros legendarios. El Tsavo es hoy un Parque Nacional pero entonces era un territorio regado con la sangre de las luchas tribales entre masais y kambas.

Ni el alambre de espino ni las noches de vigilancia desde plataformas, como las usadas en la India contra los tigres, sirvieron de nada. Los leones se las arreglaban siempre para salvarlas y matar algún trabajador, incluso burlando las trampas. El colmo llegó cuando fueron capaces de entrar en un vagón abriendo el pestillo de la puerta corrediza. No es de extrañar que les llamaran Ghost (Fantasma) y Darkness (Oscuridad).

Patterson con unop de los leones/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pero, claro, a la larga no pudieron con el empuje de la civilización. Patterson consiguió herir a uno y al día siguiente siguió su rastro hasta que lo mató; necesitó 5 tiros. El otro cayó 3 semanas después con 7 balas en su cuerpo. El ferrocarril se pudo terminar y el ingeniero regresó a casa con las pieles, aunque años después acabaron vendidas al Museo Field de Chicago, donde se reconstruyeron los animales para exhibirlos aunque quedaron más pequeños de lo que realmente eran. Los cráneos se guardan aparte y ambos muestran graves problemas dentales que serían una explicación a la afición por la carne humana (por la facilidad para conseguirla).

También cuentan otros factores, como el haberse acostumbrado a ella desde pequeños devorando los cuerpos de los esclavos que morían durante las caravanas swahilis hacia la costa (eran abandonados sin enterrar) o la peste bovina que asoló el Tsavo disminuyendo el número de presas naturales. Allí, además, las más abundantes son los búfalos, razón por la cual los leones de la zona son más grandes (éstos medían 3 metros de nariz a cola pese a su juventud) y pueden aliarse para cazar, pues los dos eran machos a pesar de carecer de melena (los leones del Tsavo no la tienen, quizá porque les estorba entre la abundante vegetación espinosa o quizá porque es un lugar muy caluroso).

Recientemente se ha hecho un análisis del pelo de Ghost y Darkness que ha facilitado algunos datos sorprendentes: el número de seres humanos devorados rondó los 35 (no el centenar largo que dijo Patterson) y sólo uno comía; al otro, al parecer, no le gustaba nuestro sabor.

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