Pele, diosa del fuego, de piel negra y cara de cabreo, vive en el cráter Halemaumau, en la cumbre del volcán Kilauea, fundiendo rocas, destruyendo bosques y fabricando nuevas tierras. Éste es el mito que inventaron los nativos para dar explicación a aquella montaña incandescente que, paradójicamente, fertilizaba sus campos.

Y es que el subsuelo de Hawai es una gigantesca caldera de magma que ha dado lugar a una cordillera submarina. Las islas del paradisíaco archipiélago no son más que las cumbres de esas montañas formadas a los largo de millones de años por la acumulación de lava. El Kilauea, formado desde el año 179 a. C. es, junto al Mauna Loa, el más grande de los volcanes hawaianos con 1.11 metros de altura y una caldera con un diámetro de 5 kilómetros. Ambos tienen la particularidad de estar activos constantemente.

De hecho, la actual erupción del primero empezó en 1983. Por suerte para los habitantes locales, dichas erupciones no son violentas y no presentan las temibles nubes piroclásticas: salvo excepciones, como la explosión de 1990, se limita a expulsar coladas de una lava basáltica muy fluida. Pero este año, entre enero y marzo, dos de las paredes de su caldera colapsaron, abriendo la visión al enorme lago de lava permanente que contiene.

Televisiones y reporteros aprovecharon la ocasión para tomar unas imágenes impresionantes de las que ahora se ha presentado una selección. Aquí se puede ver en timelapse.

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