Uno de los sitios más fascinantes de Israel para un turista, que ya es decir, está en el desierto de Judea, a 5 kilómetros escasos del Mar Muerto. La visita a ese lugar es sencillamente espectacular. Se trata de Masadá, una de las fortalezas que Herodes el Grande acondicionó para resistir un hipotético asedio (aparte de su escasa popularidad por ser originario de Idumea, nación extranjera para los judíos, él no se fiaba de nadie). Para ello la dotó no sólo de un espléndido palacio sino también de una muralla con torreones, graneros y enormes cisternas que recogían y almacenaban agua para varios años.
El complejo estaba sobre la cima plana de una montaña, un horst calizo-dolomítico con forma de meseta flanqueado por dos wadis (ramblas) que dejaba a un lado una inaccesible pared de 400 metros y al otro una un poco más pequeña, de un centenar de metros, pero ambas fácilmente defendibles por un reducido número de hombres porque sólo se puede subir por senderos tortuosos.
En el año 66 d.C estalló la Guerra Judía. Vespasiano y su hijo Tito aplastaron la rebelión arrasando Jerusalén y destruyendo el Templo, pero un puñado de fanáticos zelotes y sicarios se refugiaron en Masadá. El gobernador, Lucio Flavio Silva, sitió el lugar en el invierno del año 72 con la X Legio Fretensis pero las reservas de que disfrutaban los defensores les permitirían aguantar mucho tiempo, así que no bastaba con un asedio: había que tomarlo.
Dado que un ataque frontal era imposible, Silva ordenó construir un agger, una rampa de arena y piedras con 20 grados de inclinación que permitiría acercar una torre de asalto y derribar la muralla a golpe de ariete para abrir paso a las tropas. Los trabajos llevaron 3 meses y, aunque los judíos levantaron una doble pared para amortiguar los impactos del ariete, los legionarios le prendieron fuego y terminó cayendo.
Cuando consiguieron invadir la fortaleza descubrieron que los defensores se habían matado para evitar caer prisioneros: los hombres cortaron el cuello de sus familiares y luego diez elegidos por sorteo acabaron con los demás, suicidándose a continuación. De 967 personas sólo quedaron una anciana, una mujer y sus hijos.
Actualmente Masadá no sólo es un sitio donde los reclutas del ejército iraelí hacen un juramento de fidelidad («Masadá no volverá a caer») sino un asombroso reclamo turístico en el que hay un espectáculo de luz y sonido y, sobre todo, aún se ven restos de los 8 campamentos romanos que se erigieron a su alrededor y los edificios de la fortaleza. Pero lo más asombroso son dos cosas que se pueden localizar en la foto: el palacio colgante de Herodes (en la arista frontal) y la rampa (a la derecha, entre la montaña y el campamento romano principal. ¡Y se puede caminar sobre ella!).
Por supuesto, el sitio no sólo está catalogado como Parque Nacional desde 1966 sino que la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 2001.
Foto: dominio público en Wikimedia Commons
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