
Hoy voy a hablar de un hotel muy especial que descubrí en Rumanía este verano. Se llama Castel Drácula (no se pierdan la webm que no tiene desperdicio), con lo cual ya se imaginarán por dónde van los tiros. Por supuesto, no es auténtico. Quiero decir que el verdadero Drácula, Vlad el Empalador, nunca vivió allí, entre otras otras cosas porque se trata de un edificio reciente. Eso sí, su arquitectura imita a la del castillo de Bran, famoso porque es el icono por excelencia de la morada del conde… aunque en realidad tampoco fue habitado por él.
De lo que sí puede presumir el Castel Drácula es de estar ubicado en el sitio exacto que Bram Stoker cita en su novela: en el Paso del Borgo, después de pasar Bistrita. Pero el sitio no es tan terrorífico como en la narración. Pese a que hay que subir por una carretera serpenteante que salva a la derecha escarpados precipicios, la abundancia de abetos, la verde campiña del collado y la abundancia de chalets edificados en los alrededores le confieren más aspecto de bucólico paisaje suizo que de siniestro paraje de ultratumba.
Además, ningún vampiro se sentiría cómodo allí porque en una loma cercana han erigido una gigantesca cruz de metal que espantaría a cualquiera, incluso sin ser un chupasangres. Por lo demás, el hotel tiene 136 habitaciones bien equipadas, un restaurante y decoración ad hoc, con fotos de varias películas -incluida una española-, animales disecados y un busto del escritor irlandés en el jardín, justo al lado de, curioso, un pequeño cementerio.
Al parecer, el establecimiento hace su agosto en noviembre, valga la paradoja, cuando llega se llena de niños para celebrar la fiesta de Halloween. También organiza bodas (para góticos, supongo), pero cualquier turista puede hacer una breve visita y sacar fotos. Recomiendo llevar el pasaporte porque ¡le ponen el sello del hotel!
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