A la hora de analizar la oferta cultural que pueda interesar a un visitante en Praga hay que pasar de puntillas por el tema de los museos porque saldría un libro entero y además hoy entraría casi más en materia turística que cultural. Pero se pueden citarlos que destacan por su importancia (Galería Nacional, Museo Nacional, la Colección de Arte Moderno, el Museo Judío -cuya visita incluye las sinagogas y el Cementerio-, el Monasterio de Strahov) o los que resultan más curiosos, como los de Juguetes, la Técnica o el insólito Museo de Arte Joven Artbanka (¿acaso no es sorprendente ver a Saddam Hussein flotando en un tanque de cristal, un caballo balancín hecho con un jaco disecado o cuatro descomunales pistolas colgadas en un patio?).

También tienen su museo las dos glorias musicales del país, Dvorak y Smetana, lo que sirve para entrar en el género. No recuerdo ninguna ciudad con tal oferta de conciertos clásicos diarios (sin contar el famoso Festival de Primavera): prácticamente no hay iglesia que no ofrezca el suyo (lo que, a veces, es un incordio porque restringe las visitas), anunciados por todas partes mediante folletos distribuidos por toda la Ciudad Vieja. Desde la Catedral a la Capilla del Espejo en el Clementinum, pasando por los templos de San Martin, San Nicolás, San Francisco, San Salvador, etc. Parece haber cierta predilección por ciertas obras, como Las cuatro estaciones de Vivaldi o el Ave María de Schubert, sin que falte nunca, por supuesto, El Moldava de Smetana.

Sin embargo, no sólo de clásicos vive el Hombre. Y Praga está considerada la capital europea del jazz, por lo que también abundan los pasquines anunciando clubes con bandas que tocan en directo, como el Agharta o el Reduta (en éste actuó Bill Clinton con su saxofón). Aunque, en realidad, no hace falta trasnochar para oir este tipo de música en Praga, pues del muelle que hay entre los puentes Mánes y Cech zarpa el Jazz Boat, que ofrece tres en uno (concierto en vivo, comida y paseo fluvial). Y, si no, basta pasear para toparse con la Staromestský Dixieland por la ciudad Vieja o con la Bridge Band en el Puente de Carlos IV y disfrutar de sus versiones rag y charlestón. Por cierto, no hay que perderse al que imita el claqué con los dedales que cubren sus dedos; es todo un espectáculo.

Cultura ocio calles Praga

El paseo por el ocio cultural pragués puede terminarse acudiendo una noche al teatro. Pero no al clásico sino al tradicional, el llamado Teatro negro en el que, en realidad, sólo es oscuro el fondo para que no se vea cómo los intérpretes manejan imaginativos artilugios de colores o vuelan suspendidos por cables. Hay varios locales repartidos por la ciudad (Fantastika, Image, ACT…) que ofrecen ingeniosas versiones de Alicia en el país de las maravillas, Fausto o El Golem, (¡alguno incluso se basa en los Beatles!), todas combinando la originalidad visual de sus juegos de luces y sombras con la música y la danza.

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También es típico el teatro de títeres, que desde su introducción en el siglo XVII ha dado lugar a una importante industria artesana (basta entrar en cualquier tienda de souvenirs). El Teatro Nacional de Marionetas suele representar Don Giovanni, ópera muy popular en Praga porque allí la estrenó Mozart.

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2 respuestas a “Cultura y ocio por las calles de Praga”