«En la época en que tu nieto gobernará a mi pueblo, una tribu proscrita y acosada que adora a un dios único buscará refugio en nuestros bosques. Mi voluntad es que esa gente sea acogida hospitalariamente y que tu nieto la proteja, pues su presencia beneficiará a los campos de nuestro país». Éstas fueron las palabras que la princesa Libussa, a quien se atribuye la fundación de Praga, le dijo a su heredero en el lecho de muerte. Se refería a los judíos.

La tradición judaica de la capital checa personifica en sus rabinos la sabiduría, convirtiendo a algunos en personajes casi míticos pese a su probada historicidad. Es el caso de Mordejai Meisel, modelo de generosidad, caridad y honradez, o de rabí Jecheskel, famoso por su astucia. Pero si hay un nombre con letras de oro es el de Jehuda Löw, considerado tan sabio como Salomón y predestinado a proteger a los judíos de calumnias y agresiones.

Son innumerables las historias protagonizadas por este personaje. Desde la intercesión del disfrazado profeta Elías regalando dinero a su novia porque ésta carecía de dote y el matrimonio llevaba años de aplazamiento, a la famosa escena en que Löw, ya convertido en Gran Rabino, se planta en medio del puente al paso de la carroza de Rodolfo II para conseguir ser recibido y convencerle de que no expulse a la comunidad hebrea, algo conseguido gracias a un persuasivo sueño del emperador.

Otras leyendas cuentan cómo el rabino llegó a hablar con los espíritus de niños fallecidos para que le explicaran el porqué de la epidemia que les había quitado la vida y poder ponerle solución, o que fue capaz de engañar a la Muerte durante años hasta que ésta se lo llevó tras engañarle camuflándose en una flor (su tumba, en la foto, puede visitarse en el Cementerio Judío).

Pero su nombre está ligado, sobre todo, a la creación del Golem: un humanoide fabricado con barro al que dio vida en 1580 con un ritual religioso y la introducción en su boca de un trozo de pergamino o tablilla con el schem (nombre de Dios) escrito. Su misión era defender el barrio de los ataques cristianos, lo que cumplió eficazmente a pesar de que su nula inteligencia provocó más de un susto: cuando le ordenaron traer agua y estuvo a punto de desviar el curso del Moldava, por ejemplo, porque cumplía las órdenes al pie de la letra; o cuando casi destruye Praga durante un sabbat que no tenía quehaceres.

Hacia 1593, pasado el peligro para la comunidad, Löw decidió quitar la vida al Golem, algo que podía hacer sin problemas éticos porque la criatura carecía de alma. Para ello tuvo que leer al revés el mismo salmo del Génesis que le había hecho vivir y retirar el schem de su boca. Según la leyenda, el cuerpo inerte del homúnculo fue guardado en el ático de la Sinagoga Vieja-Nueva subiéndolo por la escalinata que se ve todavía hoy en la fachada trasera.

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