Hace ya tiempo que Malta se ha conseguido incorporar al grupo de destinos europeos más pujantes del panorama turístico. Puede resultar extraño que una minúscula isla perdida en medio del Mediterráneo resulte tan atractiva, pero si se analiza con detalle empiezan a brotar explicaciones.
El arqueólogo se sentirá fascinado por los abundantes monumentos megalíticos que acumulan miles de años de antigüedad, caso del hipogeo subterráneo de Hal Saflieni o los de Tarxien, Haggar Qim, Mnajdra y Ggantija, este último en la Isla del Gozo pero todos ellos declarados Patrimonio de la Humanidad.
El historiador, especialmente el medievalista, será atraído por el Festival Medieval de Mdina, pequeña ciudad que fue capital hace cinco siglos y que rememora la época en que Malta era sede de los caballeros Hospitalarios -la famosa Orden de Malta actual- que la defendían de los intentos turcos de conquista.
Se deduce de lo dicho que un antropólogo encontrará un verdadero paraíso sabiendo que la isla fue habitada sucesivamente por sicanos de Sicilia, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos, árabes, normandos, almogávares aragoneses, franceses y británicos; una mezcla fruto de la cual han quedado tres idiomas: maltés, inglés e italiano.
Un enólogo probablemente acudirá al reclamo de los vinos insulares, exaltados en dos festivales que se celebran en La Valetta (Delicata Wine Classic) y Gozo (Qormi Wine). En el mismo sentido los gastrónomos disfrutarán de una cocina deudora de la italiana, la española y la turca.
Si le preguntan a un militar acaso opte por recorrer la isla y las profundidades marinas de su entorno en busca de los numerosos restos de aviones derribados y barcos hundidos durante los duros combates de la Segunda Guerra Mundial, pues Malta fue convertida por los británicos en un auténtico bastión estratégico que las potencias del Eje intentaron tomar sin éxito.
No faltaría el aficionado a las guerras napoleónicas, que tiene en La Valetta una de las recreaciones más interesantes, la Alarme!,recordando la conquista de la isla por la Grande Armee gala y su posterior recuperación tras una sublevación popular con apoyo inglés.
Los visitantes más religiosos experimentarán un sentimiento especial pisando la misma tierra en la que desembarcó San Pablo -la bahía que hoy lleva su nombre- cuando un temporal estuvo a punto de hacer naufragar el barco en que navegaba de Creta a Roma, mientras que los aficionados al fútbol tendrán similares sensaciones recordando el legendario 12-1 de 1983.
Y, en fin, cualquiera puede solazarse con maravillas como la la ciudad amurallada de Mdina, la armería del Palacio del Gran Maestre (alberga miles de armaduras de los monjes guerreros), la catedral (con una Decapitación de San Juan firmada por Caravaggio) y los abigarrados edificios del casco urbano de La Valetta, que también forma parte del Patrimonio de la Humanidad.
Cada uno puede elegir su motivación pero ¿por qué no quedarse con todas?
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