Anteayer se cumplieron cien años de la botadura del Titanic, un barco que ya es leyenda, en parte por la trágica fama de haber protagonizado el peor naufragio de la Historia (fama equivocada porque el dudoso honor le corresponde al transatlántico alemán Wilhelm Gustloff hundido por un submarino al final de la Segunda Guerra Mundial) y en parte por la exitosa película de James Cameron realizada a partir de los restos del naufragio hallados por el especialista en pecios John Ballard.
El 31 de abril de 1911 los graderíos instalados en el astillero Harland & Wolff de Belfast estaban abarrotados de gente deseosa de ver el gran espectáculo. Cientos de pescadores y marinos debieron hacer también un gran negocio embarcando gente en sus lanchas para contemplarlo desde el agua. Acababa se sobrepasarse el mediodía cuando tres cohetes disparados sucesivamente cada cinco minutos anunciaron el inicio de la ceremonia que, curiosamente, no incluía el tradicional bautizo con botella de champán. Al estallar el último se quitaron las calzas y el enorme casco recién pintado empezó a descender hacia el agua por unos raíles lubricados con aceite ferroviario, sebo y jabón. Tardó un minuto en recorrer aquellos 550 metros a una velocidad de 22 kilómetros por hora.
Ya en el mar fue detenido por 6 grandes anclas y dos gigantescas cadenas de 80 toneladas cada una, quedando así dispuesto para incorporarle, a lo largo de los meses siguientes, las 9 cubiertas y el resto de estructuras y equipación: camarotes de lujo, gimnasio, piscina, baño turco, biblioteca, cafeterías, ascensores, salones privados, sala de fumadores, un comedor de primera dispuesto en tres cubiertas y cubierto por una cúpula de vidrio… Usaba materiales de primera como mármol y caoba, paredes y suelos tapizados de terciopelo y mobiliario con amplia gama de estilos (Luis XIV, Luis XV, Imperio, etc). Un hotel de 5 estrellas flotante de 52.300 toneladas, 269 metros de eslora y 28,2 de manga capaz de alcanzar 21 nudos de velocidad.
Lamentablemente, como todo el mundo sabe, no llevaba botes salvavidas suficientes para los 2.227 pasajeros y 860 marineros y, como emulando a la profética novela de Morgan Robertson publicada en 1898 (Futility or the wreck of the Titan, que narraba el naufragio de un navío de lujo exactamente igual y de la misma forma), tras zarpar de Southampton en abril de 1912 y hacer escalas en Cherburgo y Queenstown (Cork) navegaba hacia Nueva York a toda velocidad para batir el récord de tiempo en cruzar el Atlántico cuando rozó un iceberg que le produjo más de 100 metros de grietas a estribor. Eran las 2:00 de la madrugada y el torpe dispositivo de emergencia sólo consiguió salvar a 705 personas pese a que había capacidad para 1.178. El hundimiento del RMS Titanic duró poco más 2 horas y media. Un dato espeluznante: tras sumergirse, la proa tardó 15 minutos en llegar al fondo.
Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
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