
La de Azincourt es una batalla que no atrae sólo la atención de los aficionados a la Historia sino también de los apasionados de la Literatura y, más concretamente, de Shakespeare. Cualquier lector del dramaturgo inglés recordará en Enrique V la emocionante arenga que el Rey de Inglaterra dedica a sus tropas justo antes de entrar en combate con un ejército francés que les triplicaba en número:
Este día es la fiesta de Crispiniano:
el que sobreviva a este día y vuelva sano a casa,
se pondrá de puntillas cuando se nombre este día,
y se enorgullecerá ante el nombre de Crispiniano.
El que sobreviva a este día, y llegue a una edad avanzada,
agasajará a sus vecinos en la víspera de la fiesta,
y dirá: «Mañana es San Crispín».
Entonces se alzará la manga y mostrará sus cicatrices (…)
Nosotros pocos, felices pocos, nosotros, grupo de hermanos;
pues el que hoy vierta conmigo su sangre
será mi hermano; por villano que sea,
este día le hará de noble rango:
y muchos caballeros de Inglaterra, que ahora están en la cama
se considerarán malditos por no haber estado aquí,
y les parecerá mísera su valentía cuando hable alguno
que combatiera con nosotros el día de San Crispín…

Se cumplió tal cual. Los ingleses se colocaron frente a su campamento, protegidos por estacas clavadas en suelo, con los hombres de armas en el centro y los arqueros en el centro; unos 6.000 hombres. Enfrente, a unos centenares de metros se desplegaron las tropas de Carlos VI, que sumaban unos 25.000 efectivos. La potente caballería gala cargó una y otra vez seguida de la infantería pero las oleadas fueron masacradas por los arqueros enemigos, igual que en Crecy, hasta que se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. Al final, desastre total para Francia, que tuvo que entregar los territorios reclamados por Enrique, Normandía y Guienne, aunque se acordó su boda con la hija de Carlos, Katerine. Por lo demás, la Guerra de los Cien Años continuaría hasta los tiempos de Juana de Arco.
Respecto al campo de batalla, por la autopista D928 se llega desde París al pequeño pueblo de Azincourt (unos 200 kilómetros), a unos 75 kilómetros de Calais, en el departamento del mismo nombre. Está casi igual que en 1415, pues sigue siendo una llanura pedregosa que se embarra cuando llueve, como aquel día, y con los bosques -menos espesos hoy- a los lados que protegían a los ingleses de ser rodeados. Un recorrido de 5 kilómetros nos lleva por el lugar viendo una maqueta de cerámica que explica cómo ocurrió todo cerca de la zona principal, en Cavalry, donde hay un monumento y se pueden ver las fosas comunes en las que se enterraron los muertos. En la plaza del Ayuntamiento, frente a la iglesia, se halla el Centre Historique Medieval con armas, banderas y armaduras de entonces. En cambio el castillo que presidió los combates ya no existe. Se puede regresar por el vecino Maisoncelle, donde Enrique pernoctó la noche antes de la batalla.
En la zona también hay abundantes monumentos en memoria de los caídos en la batalla del Somme de la Primera Guerra Mundial, pues el río pasa por allí.
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